«Obra 67»: Una comedia de muerte

Si vieron «El mundo es nuestro» (2012), aquella disparatada comedia de Alfonso Sánchez sobre el atraco a un banco rodada con cuatro euros y encumbrada a fenómeno social entre ciertos sectores frikis de internet, seguro que se les vendrá a la cabeza durante el arranque de «Obra 67», que también transcurre en una Sevilla indefinida y donde dos jóvenes divagan sobre lo divino y lo humano mientras aguardan al padre de uno de ellos, que ese día abandona la cárcel tras cumplir veinte años de condena por robo. Sí, los nazarenos motorizados de Sánchez también parloteaban alocadamente, como los personajes de Tarantino, ellos acerca de la situación económica del país, pero, y he aquí donde los caminos de ambas cintas se bifurcan para siempre, mediado el metraje de la hasta entonces divertidísima ópera prima realizada por David Sainz a base de larguísimos planos secuencia pero que de vez en cuando cojea técnicamente por la falta de presupuesto, el humor se vuelve más negro que ala de cuervo y el filme deviene en un angustioso «thriller» con un asesino en serie que encuentra en la muerte la única expresión auténtica de belleza. Seguro que el tan brusco viraje de este «Funny Games» castizo provocará a los espectadores una desconcertante sensación y algún escalofrío. Pero quizá tenga razón el cineasta, y la risa, aun amarga, sólo sea una máscara para ocultar el horror que supone en ocasiones simplemente seguir viviendo.