Opinión

Las meditaciones de Marco Aurelio

La Semana Santa, como todo periodo vacacional, se ha debatido entre la desconexión temporal y momentánea de los españoles por algunos temas de presunta actualidad hasta hace unos días y la mirada por el rabillo del ojo a otros problemas muy serios que nos sobrevuelan.

De esta manera, ha quedado aparcado por algunos días el Máster de la Sra. Cifuentes, las comisiones de investigación o los empujones en la «pole» de las encuestas entre los partidos. Pero lo que ha quedado instalado en el ambiente es el culebrón en que se ha convertido la cuestión catalana con el momento álgido de la detención del Sr. Puigdemont.

Hay un asunto local que, seguramente, cobrará importancia durante un par de días pero cuyas consecuencias las viviremos durante bastante tiempo, se trata de los Presupuestos Generales del Estado.

Una vez más, la política fiscal del país ha quedado reducida a un mercadillo ambulante, en el que la disputa se ha centrado en la rentabilidad de un par de titulares y lo importante tapado por el óxido de la desidia.

España tiene tres grandes retos en materia económica: la mejora de la productividad, la reducción del desempleo mediante el crecimiento económico que debería estar basado en una economía más competitiva por lesa mejora productiva y sentar las bases de la sostenibilidad del Estado de Bienestar, especialmente de la sanidad y las pensiones.

Pero, una vez más, nuestro futuro será monopolio de la política monetaria del Sr. Draghi y de los arranques del Sr. Trump, que en un momento de recuperación general de la economía no cesa en sus intentos de desestabilizarla, algunos días con el conflicto coreano, otros con los aranceles o el ataque a algunas importantes empresas.

Sería ridículo decir que el Sr. Montoro tiene en sus manos todos los instrumentos para dirigir el rumbo de la economía. Todos sabemos que la Unión Europea y la globalización limitan el margen de maniobra considerablemente. De igual manera, sería falso afirmar que ha hecho lo que debía hacer o un acto de cinismo decir que no podía hacer otra cosa.

En realidad, el ministro ha plasmado en los Presupuestos sus intereses parlamentarios y no los de país. Lo primero ha sido pactar con Ciudadanos, el Partido Popular le necesita y al Sr. Rivera no le ha ido mal siendo la muleta del Gobierno, sabe perfectamente que su fuerza está en su posición en Cataluña y si dar estabilidad al PP tenía algún efecto secundario ha quedado sobradamente amortiguado.

Pero no es suficiente el voto de la formación naranja, por eso el Grupo Popular se ha empleado a fondo en alquilar el voto de los nacionalistas vascos, que tienen claro los tiempos y las coyunturas: primero proteger el cupo vasco y esperar pacientemente su momento para otras reivindicaciones territoriales que no han desechado en ningún momento.

En definitiva, la planificación energética, hidrológica o la formación de capital humano pueden esperar, el debate sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones y sanitario, al igual que la reforma de la Administración pública tampoco toca y que en España sólo paguen impuestos de verdad los que tienen una nómina es muy justo, casi tanto como el fraude fiscal. Pero unos y otros saben que el debate pasará rápido porque tienen más morbo otras cosas menos serias pero más indignantes en las acaloradas tertulias.

Marco Aurelio, el emperador romano y filósofo estoico, escribió en sus «Meditaciones» durante las campañas de la década de 170 una frase que debería hacer pensar a algunos líderes: «Si no conviene, no lo hagas; si no es verdad, no lo digas».