Opinión
Perros
La otra noche saqué a pasear al perro y, de pronto, fuegos artificiales. No eran las cero horas, no era ni siquiera una hora en punto, no eran y media de ninguna hora. Era la hora que le salió de los mismísimos al de turno. El resultado intuyo que lo imaginan: el perro estresado, asustado, escondido todo lo que duró que, por cierto, fue excesivo a juzgar por lo que vimos los vecinos y que tampoco fue para tirar cohetes. Perdonen el chiste fácil pero no esquivo ni un chiste fácil. Verán, cuando uno o una tiene un perro aprende un montón de cosas.
Que los petardos son sagradísimos y que están por encima de cualquier tradición. Que si no te gustan es que deseas que las empresas pirotécnicas familiares quiebren. Que eres tú y tu perro los que tienen que marcharse del barrio, subir y encerrarte en casa o ir pidiendo firmas en el barrio para acabar con ellos definitivamente. Aprendes, además , que no basta con que recojas las caquitas con tu bolsita. Es que deberías hacerle aprender al perro que es mejor cagar en el asfalto por donde pasan los coches antes de dejarle hacerlo en la acera. Porque la mancha se queda. Y que no puedes esperarte con él a las puertas de una ferretería porque a la gente que sale de la ferretería le corta el paso incluso un perro de nueve kilos. Venga, hasta luego.
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