Opinión
D10S
A los argentinos los miramos normalmente por el rabillo del ojo. Nos parece gente lista, locuaz, viva, culta. Nos podrían robar el bolso si quisieran y por eso nos volvemos recelosos pero, sin embargo, nos sentimos cercanos y empatizamos enseguida. De los argentinos hacemos dos bromas recurrentes: el terapeuta y Maradona. Sobre su querencia al psicoanálisis y, para que no haya dudas, estoy con ellos. El que nunca ha tenido un problema psicológico y, sobre todo, el que no ha puesto medios para solucionarlo, es un ser sospechoso. En cuanto a Maradona, la cosa es más peliaguda. A los españoles se nos hace bola ese personaje excéntrico, malencarado, excesivo, una caricatura de lo que fue, un juguete roto que protagoniza escenas lamentables que es mejor que no las vean los niños. Y en su país, prefieren negar que han visto eso y se quedan con aquel fútbol y aquella felicidad. El cuento de un niño, dotado con un extraordinario don, capaz de devolver, pasados unos años, algo de alegría a un país que, durante los años más duros de la dictadura cívico-militar, le vio preparar un sueño que llegó con las heridas abiertas del horror más inhumano, con los desaparecidos aún sin saber que nunca iban a aparecer, con una grieta social tan enorme y con la desolación más bestia que uno pueda imaginar. Maradona le dio un Mundial a un país que necesitaba poder abrazarse por algo. Maradona hizo aquello y ellos saben que es él ahora el que necesita ayuda.
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