Opinión

La Yenka

Miren, me puse al matrimonio y todo. Me puse a Antonio y a Ana para estar ahí on fire tol rato, para no pegar ojo, para imaginarme viviendo en una montañica rusa, para que se me pararan los pulsos, para tatuarme eso de «más periodismo», qué maravilla. Soy muy fan de la sublimación de la profesión. El caso es que me puse la tele con unos torreznos y una Mahou, como el que ve un Tanzania-Costa Rica. Así somos los ingratos que ya no votamos, que nos da igual si en los carteles electorales aparece una mona con dos platillos o un señor de Palencia.

Era la primera vez que el PP designaba presidente preguntando a los afiliados y compromisarios y tengo la sensación de que ese teatrillo democrático no le pega a la derecha. Les va más seguir el camino de Aznar, ahora reivindicado por su pupilo presidente. Ah, qué añoranzas de aquellas designaciones a dedo. Votar está sobrevalorado, oigan, es mucho mejor que nos digan qué, a quién y culto al líder sin moverse de casa.

Pero ahí se reunió esta gente con un calor que ni en Kenia e hicieron presidente a un joven que presumió ayer en su discurso de llevar treinta años trabajando desde la base del partido (es decir, que empezó a los siete) y que se autoproclama garante de la regeneración cuando su programa indica varios pasitos hacia atrás. Pablo Casado, el nuevo líder de un PP que quizá ha empezado ya a metabolizar lo que tiene a su derecha.

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