Opinión
El hipogeo
Esta semana me acerqué a conocer el Valle de los Caídos ahora que la cosa se ha puesto bien picante. Jamás había pisado ese conjunto monumental, entre otras razones porque no me gustan algunas cosas que pasan allí y tampoco me gusta visitar tumbas de dictadores. Los sentimientos eran encontrados, no se lo voy a negar a Vds, pero me pudo más la curiosidad que el rechazo que me provocan algunos detalles de las edificaciones de Cuelgamuros. Todas esas dimensiones absolutamente innecesarias, sobrepasadas, megalomaníacas, toda esa arquitectura jesusgilista, todas esas figuras apocalípticas, casi amenazantes, gigantescas, me dejaron absolutamente fría.
Nos rodean miles y millones de cosas y personas poco agraciadas y que, sin embargo, pueden transmitir belleza. Nos rodean también hermosísimas cosas que no logran alcanzar la hermosura. El Valle de los Caídos no es ninguna de esas dos opciones. Es un conjunto monumental sin alma en lo estético y que en lo anímico me produjo una tristeza inmensa. Toda esa pena y ese sufrimiento rodeados de símbolos sospechosos de seguir encallados en un pasado que, a pesar de que la Ley de Memoria Histórica lo prohíbe, regresa cada poco a esa explanada con el brazo en alto. Sábato escribió «la frase Todo tiempo pasado fue mejor no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que, felizmente, la gente las echa en el olvido». Y además, las echa con bastante rapidez a pesar de que se les hace larguísimo.
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