Opinión
Yo, Leonor
No sé si saben que estoy de vacaciones. Para el plan que llevamos hubiera preferido un internado inglés, para qué nos vamos a engañar, pero aquí me tienen, de mujer barbuda de la fiera, dando espectáculo. Primero fue ir a ver rodaballos y boquerones sin limpiar, que siempre ha sido una de las ilusiones de mi vida y de las cosas que le he pedido a los Reyes Magos todos los años. Como todo el mundo sabe, yo estoy loca por oler a jurel, así que nos fuimos las cuatro al mercadito del bracete, con algún momento complicado porque el amor ficticio es letal. La abuela, que ya ha olido antes a pescado podrido, se llevó un ventilador que fue la atracción, porque ya se sabe que, entre la gente de sangre azul, cualquier cosa del chino es una aventura en Kenia entre animales salvajes.
Mira que no quería una acabar en Botsuana y el elefante, pero es que no hay manera. Luego toca ver a un violinista en vez de estar en un concierto de Maluma. A las pocas horas a las regatas a ver al pa, como si a mí la mar me hubiera interesado algo después de aquellas tardes sin final en el Bribón luciendo poderío. Y así pasamos los días mientras la señora de Totana, ciudad alfarera, aparece en todas las teles hablando del yayo y yo me lo pierdo. Con lo que a mí me gustan los charcos de esta familia. Yo llevo una pasarela de vacaciones con la yaya que estoy como loca por volver al colegio y comer de sobras en el túper, de verdad. El día de la bacaladilla entre los puestos, por lo visto, compro un décimo Altibajos. Y acaba en cinco. Como le toque la lotería, ay pueblito mío, qué risas se van a echar Vds.
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