Opinión

El relato

En el imaginario colectivo inducido por los ingenieros del separatismo siempre se pretende conectar un pasado mítico con un futuro luminoso y superar así un presente aborrecible, a través de la falsificación de la historia. Más allá de tratar de desenmarañar la tupida red de mentiras, medias verdades y manipulaciones del relato secesionista, lo peor que hemos vivido los catalanes en los últimos años es la inacción que los distintos gobiernos españoles han protagonizado y la renuncia del Estado ante el embate separatista, el «proceso» se inició dentro de las instituciones de nuestra joven democracia. Desde el principio, se utilizó la Autonomía política para llevar a cabo un plan diferente, la «construcción nacional» de Cataluña. El desafío nació con la democracia, gracias a la democracia y utiliza la democracia para fines espurios.

El 25 de enero de 1981 un numeroso grupo de intelectuales catalanes firmaron el «Manifiesto de los 2.300» en el que alertaban de las tendencias totalitarias de un incipiente plan de «construcción nacional» puesto en marcha por la Generalitat, aprovechando el enorme vacío narrativo dejado por el franquismo y gracias, al más grande aún, complejo identitario de las fuerzas políticas surgidas en la entonces incipiente democracia, y especialmente entre las progresistas. 16 de Abril de 1981: «La Vanguardia» hizo pública la carta de Josep Tarradellas, ex presidente de la Generalitat, en la que denunciaba la deriva nacionalista, excluyente y manipuladora de Jordi Pujol, advirtiendo de los paralelismos entre el populismo nacionalista de los años treinta y el nacionalismo de nuevo cuño: «La división cada día será más profunda, y se alejará más y más de nuestros propósitos de consolidar para nosotros y para España la democracia y la libertad, a la vez que los equívocos que surgirán entre nosotros serán cada día más graves».

El 28 de octubre de 1990 en «El Periódico de Cataluña» se publicó un documento que circulaba por las Consejerías de la Generalitat titulado «Programa 2000», y en él se sintetizaba el objetivo ideológico del nacionalismo, el control y la infiltración obsesiva de la ideología nacionalista en todos los ámbitos sociales, especialmente en la educación y los medios de comunicación. El Programa 2000 se nutría de una cosmovisión supremacista, de una supuesta superioridad moral y de un etnicismo impropios de las democracias modernas, siendo a través de la imposición lingüística en las escuelas y en la formación de una identidad nacionalista e hispanofóbica. Con todo, a pesar de estos más de 40 años de manipulación y propaganda nacionalista intensísima, los independentistas no han podido conseguir una mayoría favorable a la ruptura con España. Necesitamos recuperar un relato de España que haga caducos los complejos del franquismo que trató de fagocitar el concepto de españolidad, del mismo modo que el nacionalismo ha secuestrado el concepto de catalanidad.