
Insensateces
Las Encarnitas
Quisiera romper una lanza a favor de todos los trabajadores que se ocupan de los ancianos
Se ha muerto Encarnita Polo. Pero da igual su nombre. Seguramente pensó que se moriría ahí, pero jamás imaginó cómo. Tenía 86 años y estaba viviendo en una residencia de mayores que es la mejor manera de acabar tus días si ya necesitas que te atiendan las 24 horas. Es así. Es duro, nadie dice lo contrario, pero es la forma de socializar, de estar acompañado, cuidado y medicado correctamente. Pero esa mujer ha muerto ahí y de una forma inesperada. Al parecer, y según la investigación, fue presuntamente estrangulada por un octogenario que vivía en el mismo recinto. La residencia ha emitido un comunicado en el que piden respeto y por «el cariño a nuestro residente, familia personal del centro y compañeros, no vamos a pronunciarnos ante la situación». No hubiera estado mal acordarse un poquito de la familia de la muerta, vaya por delante. Que la consternación no nos vuelva maleducados, háganme el favorcito.
El caso es que, a partir de ese instante, los medios han entrado en los comentarios de usuarios sobre la residencia que ahora está en entredicho. Siempre es igual. Que si es tercermundista, nefasta, que si tienen a los ingresados olvidados. Habrá, lógicamente, que esperar a que la investigación siga su curso, y a que los jueces lleguen a las conclusiones pertinentes pero, después de mi experiencia con mi madre, quisiera romper una lanza a favor de todos los trabajadores que se ocupan de los ancianos. De momento, no sabemos si hubo negligencia. No sabemos qué pasaba o en qué condiciones estaba el supuesto señor que agredió a Encarnita. Ni siquiera sabemos cuál era la ratio de auxiliares y residentes, no sabemos cuántos trabajadores se ocupaba de tantos residentes. Y eso, es muy importante. No sabemos cuáles eran las condiciones mentales del señor, ni tampoco de en qué zona del centro vivía, con quién compartía habitación o si estaba sólo. No sabemos si tuvo un brote, o si esa noche no había suficiente personal para tener vigilado el sueño de todos. Es tan difícil lo que hace esa gente que, al menos, habría que esperar. Hacen un trabajo que otros seríamos incapaces de afrontar. Un respeto, que no es un regalo su día a día.
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