Opinión
Electrónicamente
Como muchos de los lectores de este prestigioso diario son autónomos, no les sonará nada raro lo que les voy a contar. Muchos lectores de este prestigioso diario son autónomos y, es más, a veces le hacen trabajillos a la administración. Hasta hace bien poco, bastaba con presentar una factura al uso, te la sellaban y arreando. O, de lo contrario, era la propia administración la que expedía el papelito, echabas ahí un garabato y cobrabas. Tarde, mal y desesperadamente, pero cobrabas. Desde hace un tiempito, los organismos oficiales, en complot con Hacienda, han ideado un invento del demonio que se llama factura electrónica. La factura electrónica tiene varias características: provoca el mismo dolor en las partes que la cama de un faquir, está ideada por Pol Pot, te tienes que pedir una excedencia para poder rellenarla y entenderla y además pide que obtengas un certificado digital.
El certificado digital hay que pedirlo a la Fábrica de Moneda y Timbre y luego te da cita lo que antes perpetraba Montoro. Cuando te lo mandas y crees que te lo vas a poder descargar en tu ordenador (porque solo te deja hacerlo en el mismo a través del cual has hecho la solicitud) te obliga cambiar el navegador y parte de la configuración de tu pc, así que cuando lo consigues te dan ganas de cantarte «Sonrisas y lágrimas» del tirón. Tienes tu certificado, ole, y vas a rellenar la factura. La factura es de acabar a martillazos con la pantalla. No se puede tener más mala leche que la de la gente que la ideó. Y lo que es peor: tienes la sensación (y acaso la certeza) de que las administraciones no quieren que cobres, no quieren. Prefieren que salgas loco, que te arruines, que debas hasta de callarte y que tengas que pedir prestado. Malditos.
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