Opinión

Gordas

Están Malú y Amaia Montero a la gresca y no hay cosa que a servidora le guste más que una lucha en el barro, actividad que en su día bordaron las hermanas Abradelo, María Emilia Bastante Patón y su hermana Romy, de las que me declaro abiertamente fan enloquecida. Malú se va a desmarcar de la polémica porque Malú levita un par de metros por encima del suelo y cree que Dios le ha puesto el dedito en el hombro y la ha dotado con talentos hasta ahora desconocidos en la raza humana, pero Amaia es Amaia y no va a eludir el choque. Malú dijo en una entrevista que la vasca no tenía por qué estar delgada para ser artista y la artista vasca le ha dado la vuelta para entender que la ha llamado gorda.

Y así es si nos ceñimos a la frase. Lisa y llanamente en la pregunta y su posible respuesta está implícito el calificativo de «gorda», aunque no se haya expresado. Y es así, porque en el fondo, Malú ve gorda a Amaia Montero y aunque ha tratado de echarle un cable lo que ha puesto de manifiesto es cómo la ve físicamente. Más allá de la simple anécdota que roza la prensa pre-cordial, lo que queda es bastante claro. Ni siquiera nosotras hemos sido capaces de saber defendernos sin cagarla. Puestos a elegir, me quedo con Amaia. Malhablada, políticamente incorrecta, imperfecta dependiendo del día, con momentos en los que su trabajo quizá no haya salido perfecto, con errores a la hora de elegir un señor con el que salir, con dificultades para embridarse a sí misma, con todos esos instantes en los que ya no te importa hacer visibles tus inseguridades. Hablamos de Amaia, pero podría ser yo misma. Montero, nadie dijo que ser auténtica fuera fácil. Con todo lo que conlleva, aurrera.