Opinión
Soltería
Hola, me llamo María José Navarro, soy soltera, hablo sola y lo que es peor, hablo con mi perro. La solteras tenemos muchas virtudes, ojo. Somos bordes, independientes, sabemos disfrutar de nuestra soledad, no damos por saco, ya no queremos parir y no nos gustan las películas de amor. Donde esté una buena escopeta apuntándonos a la garganta que se quiten todos los culebrones de gente que se casa. Pero, pero, pero, hablamos solas. Hablamos solas muchas veces e incluso discutimos con nosotras mismas, situación patética donde las haya. Pero, pero, pero, hay otra peor: hablar con el perro. Tú, soltera imperial, vas a salir.
Vas a salir que sales menos que tu madre y, de pronto, te encuentras con la realidad de frente. El perro. El perro sufre cuando te vas porque sales menos que tu madre, así que si te vas sin más te reconcome la conciencia. Así que hablas con el perro, es decir, le cuentas que vas a volver tarde. Cariño, mira, voy a salir un poquito y tú te vas a quedar aquí. No te preocupes si tardo, te dejo la comida y enseguida regreso. Todo este discurso sirve para que el perro, que te entiende, entienda que tiene varias horas por delante para destrozarte la vida. Sirve para que tenga tiempo de subirse a la mesa de la cocina, pillar las gafas de cerca, romperte una patilla, comerse la punta y sacarte del tendedero indoor al pasillo varias prendas íntimas.
Luego tú, que estás soltera y has hablado con el perro, vas a hablar en voz alta contigo misma. Vas a relatar todo movimiento que hagas, vas a llevarte la contraria con la cena y vas a descubrir que toda esa soledad es lo más parecido que hay a la felicidad. A la mierda el amor, que lo estropea todo.
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