Opinión

#sanasysalvas

La otra tarde, a cuenta del asesinato de Laura Luelmo, colgué un comentario en mis redes sociales sobre la incongruencia que me parece pedir la prisión permanente revisable y al mismo tiempo derogar la Ley contra la Violencia de Género. Ya sé que eso, pensarán Vds, me pasa por tener redes sociales y meterme en camisa de once varas, pero hasta donde me llegan las entendederas, en mis redes mando yo y al que no le guste que opte por otros perfiles más acordes con su rollo. Lo primero que apareció fue un tipo que me llamaba borracha. Según el, estaba mezclando tantos conceptos que me pasaba como con el alcohol que había debido ingerir a la hora de escribir el post. Después apareció una señora que, a pesar de haber pasado un par de sustos en su infancia y en su madurez con algún indeseable, afeaba a las mujeres que tuvieran miedo. No podemos vivir en el miedo, decía, como si el miedo no fuera tan libre como las opiniones. Pero lo que más me preocupó fue lo que vino después. Varias mujeres que ni siquiera sabían de qué iba de verdad la Ley que quiere derogar Vox. O señalando a las feministas como mujeres que no queremos a los hombres, que desconfiamos de los hombres, que los culpamos. Yo ya lo escribí el otro día: búsquenme para querer a los hombres buenos, pero ya decidiré yo, a tenor de las circunstancias, si son buenos o no. Me he encontrado en mi vida con muchos hombres buenos y, desgraciadamente, con mucho hijo de puta. Pero donde sí que les digo que no me van a encontrar es en esa postura obsequiosa que indica que decir que nos matan es perverso y malo, y que es verdad que pasa pero que hay que decirlo bajito para no molestar. No me busquen, porque me encuentran.