Opinión
El candidato
Se acaba de estrenar este viernes una película que da para reflexionar un poquito. Se acaba de estrenar «El candidato» y, más allá de la propia peli (donde hay aspectos que se quedan cortos aunque las interpretaciones sean más que correctas) da para echarle una pensaíta a la moral, a la doble moral y hasta a la moral con doble de queso. «El candidato» (con esa manía que tienen las pelis americanas de meterle peluca a cascoporro a todos los personajes de las décadas de los setenta y los ochenta) cuenta la historia de Gary Hart, un tipo que estaba llamado a ser Presidente de los Estados Unidos y al que siempre persiguió su fama de mujeriego. Todas las ocasiones en las que estuvo acorralado las supo salvar y salvó, de paso, su propio matrimonio. Hasta que un día, creyéndose el más listo de la clase, fue pillado por los fotógrafos del Miami Herald que destaparon lo que era un secreto a voces. A partir de ahí se inició una historia de versiones a favor y en contra pero su prestigio estaba tan sumamente minado que se fue desinflando su imagen y, con ello, sus posibilidades electorales. Hart sigue a esta hora casado con aquella esposa que aguantó lo más grande y contempla el mundo con la mirada del que se sabe, de alguna manera, castigado por reglas decimonónicas. El ámbito privado, eso que tantas conversaciones adereza, define a los afectados solo en el ámbito privado, en su círculo más cercano. Por estos lares, donde lo privado siempre acaba en una caja con billetes, estas cosas de cintura para abajo no cuentan para bingo. Al contrario. Recordemos, ahora que se estrenó «El candidato», al que perdió sus posibilidades por denunciar a nuestro Hart patrio. Recordemos a Miguel Sebastián, al que saludamos de lejos con la manita. Qué cagada, chico.
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