Opinión
El romance
A Mercedes Milá me la encontré un día en una playa de Menorca. Me dijeron unos amigos que la adoran que lo ha pasado fatal en los últimos años y que no tiene filtro. Me gustan las mujeres sin filtro, me encantan, soy una de ellas. Mercedes Milá dijo durante el libro que nos merecíamos, el de Pedro Sánchez, alguna cosa inconveniente, antigua, sexista, machista sobre Albert Rivera y su presunto romance con Malú.
Vaya por delante que no me gusta Malú (a mi madre le encanta, ojo, me voy a ganar una bronca) y también que no me mola Albert Rivera, al que no he votado y no tengo previsto votar en mi vida. Pero es que me van a obligar a escuchar discos de ella y tener los sobres de Ciudadanos encima de la mesa o empadronarme en Barcelona y votar a esa mujer poderosa que es Inés Arrimadas. Ahora que les persiguen los programas del corazón y que se cuelan en los mítines del catalán, ahora que se atiza a Mercedes Milá sin compasión, me gustaría decir alguna cosa. A Mercedes Milá, cuya trayectoria ya querríamos tener cualquiera de los que no dedicamos a esto, se la está tildando de reina de la telebasura como si no fuera importante hacerla bien.
Se le está negando lo mucho que aportó, lo que innovó, las valientes entrevistas, las ganas de ponerlo todo patas arriba. Incluso se le niegan las gónadas de reinventarse y aparecer como conductora de un formato absolutamente trasgresor en España y barrer en audiencia.
Mercedes Milá estuvo lamentable en su comentario sobre el presunto romance de Rivera y Malú, pero me niego a perder el respeto a una mujer que ha abierto muchas puertas a muchas mujeres en la profesión y que ha sido absolutamente libre en su vida privada, que la ha vivido a tope, que la ha disfrutado a lo bestia. Y, además: le dio algo de vida al libro, que ahí tuvo su minuto de gloria, oigan.
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