Opinión
Héroes
Se ha muerto Pablo Cano, bombero de Valladolid. Voy a decir algo sobre los bomberos y, además, va a ser frívolo, porque si yo no digo algo frívolo no soy yo: vivan los bomberos y su cuerpo enterito, que es una maravilla de cuerpo y de cuerpos. Se ha muerto Pablo Cano, con treinta y cuatro años. Siempre es una tragedia que se muera alguien con esa edad, con tanta vida por delante, con tantas cosas por hacer, con tantas veces por dar felicidad a otras personas. Pablo llevaba año y medio enfermo pero su existencia no puede medirse en una ecuación. Pablo ayudó a tanta gente en Lesbos, a tantos refugiados sirios que intentaban llegar a la isla griega, que ahora estoy convencida de que está al lado de Dios, mirando hacia abajo, y deseándonos suerte. Pablo, ese que hoy son muchos pablos, representa a muchas personas que van a dejarse la vida todos los días por la de otros en ese mar tan bonito y tan cruel que es el Mediterráneo. Tan cruel porque, los gobiernos que tenemos, o los que podemos tener si nos equivocamos, han perdido la capacidad de empatizar con los seres humanos. A Pablo le queda una niña, una niña que tiene que saber, obligatoriamente, que su papá se ofreció voluntario para ir a Lesbos, y que, todos los días, miraba desde una garita alta, cómo llegaban las pateras con inmigrantes, y entonces, acudía a la playa para que su desembarco fuera seguro. No puedo estar más agradecida a Pablo Cano, no puedo estar más orgullosa de que, en medio de este lugar del mundo (tan facha y tan hortera) haya gente como él en este planeta. Que haya gente así, que hubiera gente así, y habrá, no lo duden. Que se lo apunten los que mercadean con nuestros votos, que se apunten su nombre todos esos seres humanos letales que están en las listas que vamos a votar. Akoki, gente, que esto es serio.
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