Opinión

Paloma

Entré a verla al hospital. Le quedaban pocas horas de vida. Entré a verla con esa impresión fatal del que sabe que aquello es una despedida. Por el pasillo te vas preguntando qué le vas a decir si lo sabe. Qué le vas a decir si no lo sabe. Enfrentarte a una amiga que se va, que se escapa, enfrentarte al adiós de alguien con quien has compartido más horas a diario que con mucha gente de tu propia familia, es una circunstancia para la que nunca estamos preparados. Pero había que ir a cogerla de la mano, a decirle con la mirada lo muchísimo que la hemos echado, la echamos y la vamos a echar de menos. Y, cuando llegas, es ella la que te lo hace fácil. Te dice que las mechas que llevas son nuevas, que te quedan muy bien, que ella va a volver a la peluca en cuanto abandone aquello. Que tenemos algunos gintonics pendientes y que esto no puede seguir así. Y la ves ahí, con esas manos huesudas, con el brazo lleno de pinchazos y con su eterna sonrisa. Siempre sonrisa, Paloma. El otro día se me murió una compañera, una amiga, una mujer a la que escuchaba en otra radio y con la que, al final, tuve la suerte de compartir un tiempo de vida y trabajo. Se murió una tipa con tanta luz, con tantas ganas de vivir que, aún inconsciente, se resistió lo que pudo. Nadie se muere en la víspera, ha dicho el Papa Francisco, y así es. Qué difícil es morirse cuando uno no se quiere morir. Paloma Tortajada se ha muerto y todos sus amigos estamos destruidos. Pero también está de luto la radio, para la que vivió, se formó y a la que se dedicó sacrificadamente. Honrarse a la radio, querida, y a nosotros, por dejarnos contemplar tanta luz, aquella sonrisa y tu decidida forma cada madrugada de ser la mejor.