Opinión

Old aschool

A mí, que debo de ser tonta, me ha parecido muy emotiva la despedida a Rubalcaba. Me ha parecido enternecedora toda esa gente que fue al Congreso a despedirle, casi de noche, haciendo cola, sin importar a quién o qué partido votan. Me han parecido preciosos los gestos de sus alumnos, de algunos padres de esos alumnos que estaban pidiendo poder decir algo bueno del profesor Alfredo Pérez, que así era como quería que le llamasen en la Facultad de Química. Me ha gustado constatar que existe casi un sentimiento político unánime de orfandad, de que se ha ido uno de los últimos grandes y de los últimos brillantes, un tipo capaz de perder un pulso si en juego estaba un bien superior. Un orador magnífico, un parlamentario afilado, listísimo, uno de los que dieron brillo a aquellos debates en el Hemiciclo, aquellos debates punzantes que ahora hemos dejado en manos de ese menda llamado Rufián. Me reconforta ese consenso que ha generado su figura. Y sobre todo, me pareció muy sentido y muy bonito el artículo que Rajoy escribió. Si uno ha de medirse por la consideración que te tienen tus contrincantes, esas líneas son la constatación de que estamos ante una personalidad singular, respetada, respetable, consecuente, leal y entregada. Un político que podía apretarte hasta la asfixia y que, sin embargo, levantaba el pie porque tenía un sentido de estado admirable. Y a mí me gusta esa old school política. Me gusta que Mariano, ese registrador de la propiedad que durante un tiempo fue Presidente del Gobierno (y al que la perspectiva hará engrandecer ), haya salido de la sombra para honrar la figura de aquel con el que se las tuvo tiesas. «Quiero recordar también con respeto y admiración a la persona discreta y afable que siempre encontré detrás del personaje del duro Rubalcaba con el que tanto tuve que batallar a lo largo de mi vida política». Y al final, queda y quedará también Alfredo.