Opinión
Cotillas
Han tenido que venir unos tíos de la Universidad de California a desvelar lo que era ya más que palpable. Resulta que han descubierto que los tíos son igual de cotillas que las tías. Cincuenta y dos minutos y medio de media, a diario, hombres y mujeres. Fundamentalmente jóvenes, válgame san válgame. Este estudio (presuntamente chorra pero que revela mucho de lo que nos queda aún por descubrir, aunque pueda parecer anecdótico) lo que nos dice en el fondo es que no hay muchas diferencias entre ser una señora o un señor en cuestión de carácter. Que lo históricamente añadido a la cualidad de mujer es ser chismosa. Se habla de «ser una portera». No un portero, no. Una portera. Ser «la vieja del visillo». No un señor detrás de una cortina, no. Una vieja detrás de un visillo. Se habla de que somos celosas, lagartas, embaucadoras, mentirosas. Se acude al tópico de que no hay nada peor que una mujer contra otra. Se ha establecido que las jefas son las peores con las empleadas. Y en ese mantra vivimos. Pues miren Vds: yo soy cotilla y paso muchas horas al día hablando de los demás sin que estén presentes. Lo hago con hombres que disfrutan igual y que participan igual, se relajan igual que yo cortando trajes y son igualmente sarcásticos y venenosos. Hay hombres y mujeres imbéciles, mujeres y hombres tontos, celosos, manipuladores, mentirosos. Hay hombres malos, mujeres malas, y luego hay muchas mujeres maravillosas y hombres extraordinarios, que es que se está poniendo la cosa que parece que hay que repetir que existen muchos hombres buenos para que no te tilden de no sé qué moda que se han inventado los de la pataleta en los primeros pupitres del primer día de clase en el Congreso, pero parece que hay que decirlo y se dice, no vayamos a ser feminazi también hoy. Y hay directivos muy malos, y hay muchas mujeres directivas malas, pero hay más de los primeros. Ahí lo dejo. Cotilleen.
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