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Opinión

La empleabilidad comienza en la educación

Decimos que la

empleabilidad de las personas con discapacidad es el futuro, que cada vez son

más los avances que hacemos en materia de diversidad e inclusión y que vivimos

en una sociedad más justa e inclusiva. Sin embargo, el aumento de la

contratación de las personas con discapacidad en las empresas ordinarias nunca

llegará a ser una realidad si no lo convertimos en una prioridad de nuestro

presente.

Si queremos vivir en una

sociedad donde el tejido empresarial normalice la discapacidad, debemos hacer del

discurso, una realidad. Para ello, tenemos que comenzar con facilitar y

apoyar la educación de las personas con discapacidad, pues la

empleabilidad comienza en la educación.

En muchas entrevistas me

han hecho la siguiente pregunta: “Pablo, ¿cuál es tu secreto?”. Y siempre

respondo: “los verdaderos héroes son mis padres. Ellos son quienes han hecho

gran parte del esfuerzo para que pudiese tener una educación que me ayudase a

superar, con más fuerza, todas las barreras que las personas con discapacidad hemos

tenido siempre. Ese ha sido mi verdadero secreto”. Lo repetiré las veces que

sea necesario: la educación es la clave en el desarrollo de cualquier ser

humano y determinante a la hora de buscar un empleo. No cabe duda de que

soy un tipo con suerte, no todo el mundo puede trabajar en lo que más le

apasiona. Aunque diré que la discapacidad no me eligió a mí, yo la elegí a

ella.

Sin dejar de celebrar los

triunfos, considero que además de la sensibilización y concienciación tanto

para la sociedad como para las empresas, debemos impulsar programas educativos

que promuevan el desarrollo de habilidades prelaborales de quienes nos solemos

quedar en los márgenes. A las personas con discapacidad no solo nos frenan

los prejuicios del resto de la sociedad, muchas veces nos frenan los nuestros

propios.

Todavía son muchas las

personas con discapacidad que no buscan empleo, ni siquiera se lo plantean, por

temor a prejuicios y estereotipos que aún persisten en la sociedad y el tejido

empresarial. Estos prejuicios dañinos funcionan como barreras en los procesos

de selección de cualquier puesto de trabajo, pero también dentro del entorno

más cercano de una persona con discapacidad. “Tú no puedes trabajar”, “en casa

estás mejor”, “yo te voy a cuidar” son algunas de las frases que tristemente se

escuchan en algunos hogares con personas con discapacidad. Esta actitud nace casi siempre por el desconocimiento y el miedo que

existe en torno a la discapacidad. Además, todavía son muchos los que

piensas que las personas con discapacidad tienen un futuro laboral únicamente

en los Centros Especiales de Empleo y olvidan que también tenemos cabida en las

empresas ordinarias, fomentando así la plena convivencia. Es una realidad que

la contratación de las personas con discapacidad está creciendo paulatinamente,

sin embargo, este crecimiento se da sobre todo en los C.E.E. que dejan de ser

un puente de la persona con discapacidad hacia la empresa ordinaria, y se

convierte en el destino final de su andadura profesional. De

los 116.873 contratos registrados en 2018, 82.981 han sido en empleo

protegido.

Por ello, quiero

reivindicar en este escrito la responsabilidad de transmitir un voto de

confianza a aquellas personas con discapacidad. Es fundamental que nos

preparemos desde la infancia para el día de mañana, tener a disposición toda la

autonomía y recursos necesarios para encontrar un empleo que no ponga límites a

las capacidades de cada uno.