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Opinión

Cruzar Europa sin pisar un avión: una experiencia personal por la sostenibilidad

Xavier Hervás ha viajado en tren de Alemania a España inspirado por Greta Thunberg y para encontrar una alternativa a la contaminación de la aviación

Xavier

Hervás es un ciudadano europeo. Nacido en 1982 en Cerdanyola del

Vallés (Barcelona), vive en la pequeña ciudad alemana de Münster y

trabaja para la sucursal española de un banco ético holandés. Su

familia, por cierto, sigue residiendo a las afueras de la capital. Su

situación vital le ha convertido en un viajero infatigable o, al

menos, sumamente frecuente. Y esto choca con uno de sus más

profundos valores, el medioambiental. Para él, el avión es tan

necesario como la búsqueda de alternativas para disminuir en lo

posible su huella de carbono. Así que la última vez que vino a

Madrid lo hizo en tren o, para ser exactos, en varios trenes.

Una

niña cuyo nombre está últimamente en boca de todos también tuvo

parte de culpa en esta experiencia. “La

motivación inicial fue cierta culpa por ser un viajero de avión

habitual, por mi plan de vida en los últimos años. Eso es algo que

no encaja con que me considero ecologista, reciclo, no tengo coche,

soy cliente de banca ética y demás. Como casi todos, tengo mis

contradicciones y, como a tantos, Greta Thunberg me las recordó.

Pensé, ¿seguro que estoy haciendo todo lo que puedo, o me dedico

más a predicar que a dar trigo?”.

18

horas para reflexionar

Las

18 horas que invirtió en el viaje le sirvieron para reflexionar y

también

compartir

aquí la vivencia.

“Mi principal conclusión es que, si queremos un planeta vivible o

una sociedad más justa, tenemos que ser capaces de superar dogmas

como 'más ecológico, más caro', 'economía versus ecología"

o 'prohibido prohibir'”, destaca, para echar después un rápido

pero argumentado vistazo a parte de la realidad actual: “Vivimos un

momento interesante. En Francia y en Bélgica se han planteado

limitar los vuelos internos... ¡Hay gente que vuela de Amsterdam a

Bélgica cuando en tren se tarda una hora y media! En Alemania hay

debate sobre no permitir la compra de todoterrenos y SUV si no es

para uso rural... Pero todo no tienen que ser renuncias. Es muy

interesante el desarrollo ferroviario actual, de alta velocidad y

nocturno, que multiplica las posibilidades de movilidad personal y

sostenible”.

Para

hacer el viaje, Xavier utilizó cuatro trenes de alta velocidad

“bastante más agradables que un avión” y un cercanías en un

viaje “largo pero relativamente cómodo”. En un mundo ideal, es

decir, con tiempo, afirma convencido que repetiría. Quizás

convertiría esta experiencia en un hábito verde, como cuando se

mueve en transporte público o bicicleta dentro de su ciudad y va con

carrito al supermercado para no generar residuos plásticos. “La

mayoría de cosas no son un sacrificio, sino al revés, porque te

hacen sentir bien. No se trata de mortificarse, sino de vivir lo

mejor posible nuestra vida y estas acciones me dan alegría”.

20

veces más contaminante que el tren

La

Agencia Europea del Medio Ambiente cifra las emisiones medias del

transporte aéreo en 285 gramos de CO2 por pasajero y kilómetro.

Esta misma persona, si elige el tren, provocará la generación de 14

gramos de CO2 en una distancia similar, 105 si recurre al transporte

por carretera en un turismo convencional.

Por

su parte, la organización sin ánimo de lucro Transport &

Enviroment, en

uno

de sus últimos informes,

acusaba a la aviación de seguir siendo “el medio de transporte que

más dióxido de carbono emite y una de las fuentes de gases de

efecto invernadero con un crecimiento más rápido del continente”.

De hecho, el estudio indica que, solo en Europa, las emisiones

procedentes de los vuelos se han incrementando en un 26% desde 2013.

Para

la entidad, la situación actual y la que se abre con la implantación

del plan de compensación Corsia, diseñado y adoptado por la

Organización

Internacional de Aviación Civil (ICAO) de la ONU, “pueden provocar

que las emisiones de la industria aeronáutica europea se incrementen

en 683,8 toneladas de CO2 entre 2021 y 2030, el equivalente a la suma

de las provocadas por Francia y Polonia en 2017”.

Impuestos

para la reducción

Una

de las vías que se estudian para reducir las emisiones, más allá

de avances en tecnologías y carburantes, es la impositiva. Se trata

de una línea demandada tradicionalmente por colectivos y grupos

políticos ecologistas, pero también explorada por la propia Unión

Europea, según un

informe

que ha salido a la luz gracias a Transport

& Enviroment.

El

estudio, cuyo documento publicado responde a una versión de

borrador, defiende que la aplicación de nuevos impuestos a la

aviación en la UE supondría una reducción del 11% en toneladas de

carbono expulsadas a la atmósfera, alrededor de 16,4 millones de

toneladas en términos absolutos. El texto alude a una cierta caída

del tráfico aéreo provocada por el aumento de precio de los

billetes, al mismo tiempo que augura un impacto mínimo o inexistente

en los PIB de los Estados miembro.

Precisamente

9 de ellos, entre los que se encuentran Francia y Alemania, han

solicitado recientemente a la Comisión Europea la creación de una

tasa para la aviación con el mismo objetivo, la reducción de

emisiones. Esta petición, cursada a través de los ministros de

Finanzas, también cuenta con el apoyo de Bélgica, Bulgaria,

Dinamarca, Holanda, Italia, Luxemburgo y Suecia. Una acción de este

tipo “podría asegurar que aquellos que contaminan paguen un precio

más adecuado”, aseguran los firmantes en un comunicado. También

muestran su confianza en la coordinación europea como “forma más

eficaz de proceder”.

Este

movimiento viene precedido por el anuncio de Francia, realizado a

mediados de este año, de la puesta en marcha a partir de un 2020 de

una ecotasa que se aplicará a los vuelos que despeguen de

aeropuertos de su país, aunque algunos destinos concretos nacionales

o hacia territorios franceses de ultramar quedarán exentos.

En

cuanto a importes, Elisabeth Borne, la ministra de Transportes,

aclaró que irían desde 1,5 euros para trayectos interiores o

intraeuropeos, en clase turística, hasta los casi 20 euros que

aportará el viajero intercontinental que elija tarifas de clase

ejecutiva. Según las previsiones del Gobierno francés, esta medida

supondrá la recaudación de unos 180 millones de euros anuales que,

garantiza, se redirigirán especialmente al desarrollo de

infraestructuras ferroviarias.

Rechazo

del sector

Tras

el anuncio, la reacción de la industria aérea no se hizo esperar,

con un rechazo rotundo capitaneado por Air France. La compañía

recordó el peso de su actividad en el PIB nacional, que fijó en el

1,1%, y los 350.000 empleos que dependían de ella de manera directa

o indirecta.

También

a mediados de año, los principales fabricantes del sector

reafirmaron en una comunicación conjunta su compromiso por alcanzar

mayores cotas de sostenibilidad en torno al transporte aéreo. La

opinión, vertida en el contexto del Salón Aeronáutico de Le

Bourget, aludía a retos como

la continua innovación tecnológica para reducir consumos, la

comercialización de combustibles alternativos, como los

biocarburantes y el hidrógeno, mejoras en el diseño de las

aeronaves y sus elementos de propulsión o una gestión del tráfico

aéreo más eficiente. Los representantes de la industria pidieron

además a los Gobiernos incentivos, pero no penalizaciones.

Esta

declaración llega al mismo tiempo que nacen inquietudes

diametralmente opuestas en Europa. Xavier Hervás, protagonista de la

experiencia ferroviaria que abre este artículo, lo explica así de

bien en su historia: “Me

estoy marchando del país líder mundial en movilidad sostenible e

insostenible. Una Alemania emocionante

para quienes creemos en esto, pionera

en debatir políticamente la necesidad de prohibir los vuelos

internos cuando

hay alternativa ferroviaria, con una mayoría a favor, según una

encuesta

con 70.000 votos en Der Spiegel”.

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