Opinión

Precipicio democrático

En la actualidad resulta una realidad que se puede hacer un uso arbitrario del poder político y legislativo, y ello, para imponer una supuesta voluntad colectiva igualitaria sobre el conjunto de la sociedad, lo cual puede provocar una grave vulneración de los derechos y libertades de los ciudadanos. Auténticas ideologías comunistas se enmascaran bajo ropajes populistas, pero en el fondo nos encontramos con las antiguallas ideológicas que creíamos fenecidas en el siglo XX. El principio de igualdad ante la ley, así como el de igualdad de oportunidades, a veces son confundidos con el igualitarismo; la igualdad, como principio y valor debe de ir forzosamente unida a la libertad como concepto, con el cual debe guardar necesaria armonía. Cuando se dice que todos los hombres(inclusivo) son iguales, y que la ley debe tratar igualmente a todos, no podemos soslayar otro derecho no reconocido expresamente, tal cual es el derecho a la diferencia, y ello, sin necesidad de pertenecer a una minoría, puesto que todos tenemos tanto derecho a la igualdad en la ley como a ser diferentes, lo contrario es desconocer la individualidad del ser humano. Lo colectivo no es oponible a lo individual si se entiende que la naturaleza del individuo y de la comunidad no se yuxtaponen, sino que se complementan. Una comunidad que anula o devora los derechos individuales es un régimen predatorio con el ser humano. En las sociedades avanzadas, como la nuestra, late esta tensión entre ideologías colectivistas e igualitaristas respecto a las liberales o socio liberales, y de quien ejerza el poder político va a depender mucho el equilibrio. No cabe duda de que el puro liberalismo genera situaciones injustas e insolidarias, pero el igualitarismo populista construye auténticos infiernos para el ser humano como individuo, especialmente para aquel que ejerce su derecho a ser diferente. Los totalitarismos son lo más opuesto que hay a la libertad, pero no es menos dañoso los que se encubren bajo formas democráticas ocultándose tras las formas y procedimientos, y de eso, no estamos exentos en España. La democracia no está en riesgo, pero tenemos que trabajar todo el día por su defensa, y a veces, ciertas frivolidades y desistimientos para alcanzar mayorías parlamentarias nos pueden conducir a desfiladeros muy peligrosos, y hoy en España se está jugando con fuego.