Opinión
Vendeobreros
Disfrutó haciéndole tragar a Rosa Díez, cuando apenas era menos que poco, una grosera dosis de jarabe democrático. El pasado miércoles, los suyos, aquellos groseros de antaño, le obligaron a beber una botella del mismo jarabe, allí en su sitio, que él creía de su propiedad. Le salió el tiro de la Casta por la culata. Cuando impidió que Rosa Díez se manifestara libremente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense, era Iglesias profesor interino de la misma, agitador profesional y enemigo a muerte de lo que él denominaba la Casta. Y anteayer, al fin comprendió, que la farsa había terminado porque la Casta es él, su mujer, su chalé de un millón de euros en Galapagar, su holgura económica que pretende ensanchar en contra de sus viejos postulados y su irremediable inclinación a la molicie y la buena vida. No salía de su pasmo cuando oyó que le llamaban aquellos mismos estudiantes resentidos, «vendeobreros». ¡Fuera los vendeobreros de la Universidad!. Y se presentó acompañado de un golpista boliviano, el ex vicepresidente – los vicepresidentes se tocan-, de Evo Morales, al que calificó como uno de los «más brillantes intelectuales de América Latina». De los más brillantes y sobre todo, de los más generosos, como se demostrará en los próximos meses.
En aquellos tiempos, no lejanos, encabezó el boicot histérico y grosero a Rosa Díez un profesor interino que habitaba en su piso de Vallecas, que criticaba al ministro Guindos por haber adquirido una vivienda por 600.000 euros, que deseaba ver cómo los manifestantes partían en dos las cabezas de los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado, que percibía millones de euros de financiación de la teocracia iraní que colgaba de las grúas a los homosexuales, que apoyaba al dictador sangriento de Venezuela, y que animaba a los jóvenes españoles a terminar con el sistema democrático y la Constitución de 1978. Simultáneamente, la que hoy es su mujer, y por ello y sólo por ello, ministra del Gobierno, anunciaba que de alcanzar algún día el poder, los recortes principiarían por la Corona, con la amable advertencia de que, en ese caso, los recortes se llevarían a cabo con la guillotina. Algo parecido opinaba la que era, en aquel cercano ayer, la compañera sentimental del enloquecido por sus ínfulas. Ahora, es vicepresidente de un Gobierno que no lo necesita a excepción de su apoyo parlamentario, ha exigido que su mujer sea ministra del Ridículo Total –una nueva cartera-, se ha comprado un chalé de lujo en la presierra madrileña, tiene vigilancia gratuita de la maltratada Guardia Civil, a la que niega su apoyo para la equiparación salarial de los miembros de la Benemérita y el CNP con los Mozos de Escuadra y la «Ertzantza», perciben entre uno y otra más de 350.000 euros de sueldo, sin contar suplementos y dietas, y pretende mantener el disfraz de proletario cuando en realidad es, y me congratulo de que lo sea, un alto-burgués de «urba», chándal y barbacoa. Nada hay de malo en ser un burgués de «urba», chándal y barbacoa. Lo malo es serlo y pretender que muchos memos que le votaron, aún se lo crean. Esos mismos que le reciben en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Políticas al grito de «Vendeobreros», «vendeagricultores», «vendeideas» y «vendetodo». Iglesias y su aupada mujer, la de la ley con faltas de ortografía y suspenso en redacción y contenido, son Casta, y serían Casta desapercibida si no hubieran encabezado la lucha, la violencia verbal y el desprecio por lo que ellos ahora representan.
Simultáneamente, Iglesias ha obligado a los suyos a reformar el llamado código ético de Podemos con la único fin de que tanto él como su impulsiva esposa puedan cobrar más dinero. No lo considero oportuno, porque en la actualidad, a sus mudos compañeros de Podemos, se les puede antojar excesivamente interesado que su pareja de líderes cobre más cuando su situación económica es más desahogada que nunca y sus gastos, en buena parte, corren a cuenta del Estado. Eso sí, para alcanzar plenamente la condición de miembros activos de La Casta, necesitan de un curso de buena educación. Me comentaba un alto mando retirado de la Benemérita Institución Armada que su trato a los guardias civiles que cumplen servicio en su chalé de La Navata, deja mucho que desear. «No responden ni al saludo de cortesía». La Casta, tradicionalmente, está mejor educada, y no hay justificación para no dar los buenos días, las buenas noches y pronunciar las dos sílabas de «gracias» a quienes pasan horas y horas custodiando sus bienes y sus personas. Pero en fin, tampoco hay que pedirle peras al olmo, que como decía Tono, debe de estar prohibido.
De dirigente del comunismo extremo a «vendeobreros». Se lo han gritado los suyos. Por algo será.
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