Opinión

«Cit Campiadó»

Del paletismo, la mentira, la manipulación histórica, la subvención, el aldeanismo y la burrada a la clamorosa gilipollez, dista largo trecho. Son ríos de imbéciles que desembocan en el mar Gilipollas, un breve golfo mediterráneo del nordeste español. Allí, la televisión independentista, le ha encomendado a un conjunto de lerdos que conforman el llamado «Institut de Nova Historia», que a falta de espectaculares genios de la humanidad, Cataluña se apodere de los ajenos. Como en esa zona del Mediterráneo se cobra por falsificar todo y nada se discute, este «Institut», por boca del vicepresidente de la Generalidad Pere –pronúnciese Pera–, Aragonés, ha reconocido que los tres millones de euros invertidos en convertir en catalanes, entre otros, a Cervantes y Shakespeare, han ido a parar a dos compañías de un tal Albert Codinas, fundador y actual presidente del divertido «Institut». Poco dinero, menguado premio, si se tiene en cuenta lo que ha conseguido.
Miguel de Cervantes Saavedra no era tal, sino Miquel Servent. Y cuando viajaba a Londres, se hacía llamar William Shakespeare, es decir, que se trataba de la misma persona. En Stratford-upon-Avon y Alcalá de Henares están muy equivocados. Uno y otro fueron el mismo genio catalán, cumbre de la Literatura universal. Y ya pueden los amurallados naturales de Ávila iniciar su despedida vecinal respecto a Teresa de Cepeda, Santa Teresa de Jesús. No era de Ávila. Se llamaba 2Teresa de Cepés» y fundó el Carmelo en Sitges, porque le encantaba bañarse en sus playas durante los meses de verano. Acostumbraba a invitar a su amigo Juan de Yepes, el poeta San Juan de la Cruz, también muy aficionado a las zambullidas playeras, y escribían por la tarde. El «Canto Espiritual» del castellano invitado fue el que inspiró a un extremeño charnego a adaptar con música sus estrofas, creando la sardana, porque el gran problema de Cataluña es que tampoco la sardana en plenamente de allí. Pero ese problemilla se arregla con dinero público, y no pasa nada. También fueron catalanes Leonardo Da Vinci y Cristóbal Colón, cuyo monumento en Barcelona desean derribar los separatistas. Y el último hallazgo, interesantísimo, es que la cumbre de la literatura picaresca española, «El Lazarillo de Tormes» se titulaba en realidad «La Vida de Llàtzer de Tormos». Y se encuentran en estado muy avanzado de histórica investigación, los datos que demuestran que los poetas del glorioso Siglo de Oro español, eran todos catalanes. «Francesc de Quevet», «Lluis de Gongrat», el «Compte de Vilamediá», «Felix Llopet de la Vegana» y «Pere –pronúnciese Pera– Calderó de la Barqueta». Pero la bomba está por llegar, y se anuncia para 2023. Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, jamás estuvo en Burgos, y menos aún, combatió a los inmigrantes árabes que invadieron España en tiempos del Rey visigodo Don Rodrigo, en el año 711. El Cid nació en Martorell, en el seno de una honrada familia de zapateros comerciantes de paños. Y aunque los ignaros y analfabetos historiadores de España y resto del mundo, insistan en recordar que el creador de los Mozos de Escuadra fue el Rey Borbón Felipe V, o están equivocados o se han unido para mantener la falsedad y la confusión histórica. Porque el fundador de los Mozos de Escuadra –e inventor de las playeras que lucen uniformados de gala–, fue «Rodric de Vivá» –sin el Díaz–, al que en Martorell, su ciudad natal, denominaban el «Cit Campiadó».
Ya era hora de que en Cataluña se usara el dinero público en algo conveniente. En tiempos de Pujol no se podía invertir en descubrimientos históricos porque los dineros públicos lo heredaban él y su familia. Pero ya está bien. Gracias a la Generalidad, a TV3, al «Institut de Nova Història» y a su presidente Albert Codinas, que se ha rodeado de las mentes más lúcidas de la «Secció Cultural del Procés», se están poniendo los puntos sobre las íes. La noticia de que Shakespeare y Cervantes fueron la misma persona, y muy catalana por cierto, nos ha arrancado de cuajo de la ignorancia. Gilipollas.