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Opinión

Sapus Caganeris Cupensis

A quienes, por la obligada cuarentena han recuperado el placer de la lectura y le agobian la extensión de las novelas rusas de Tolstoi y Dostoiewsky –con las tapas de los libros tan separadas una de la otra, según Bernard Shaw–, les recomiendo el gozo efímero de leer los cinco libros más cortos del mundo. A saber, «Los Diez Hombres más elegantes de Dallas», «Antología del Humor Alemán», «Quién es quién en Tegucigalpa», «Los Jabones Preferidos de Pablo Iglesias», y el más breve de todos, «Héroes del Separatismo Catalán». En apenas una hora, el lector enclaustrado podrá presumir de haber leído cinco libros, con prólogos, solapas, y comentarios a pie de página incluídos.
El Ejército ha llegado a Barcelona para ayudar. Hasta su insufrible alcaldesa o alcaldese Ada Colau, que no quería ni ver en pintura a los militares en sus ferias, les ha pedido ayuda en estos momentos críticos. Nuestros soldados –de todos los españoles–, desinfectarán el aeropuerto del Prat y el puerto de Barcelona, si bien podrían aprovechar y echar alguna gotita de desinfectante en el domicilio de los Pujol, pero no han recibido órdenes al respecto y los militares siempre cumplen con la disciplina y la orden.
En esas estábamos, cuando un concejal de la CUP del Ayuntamiento de Vic que se dice llamar Joan Coma y Roura, ha animado a sus correligionarios a abrazar con fuerza a los militares que se han desplazado a Cataluña en beneficio de sus ciudadanos, y aprovechando el abrazo, toserles en la cara para que no vuelvan más. Textualmente, «Si veiem a l´exercit abraçem-los fort, tot tossim-los a la cara. Igual així se´n van i no tornen més». Intuyo que Joan Coma no se conoce a sí mismo, no conoce a los separatistas catalanes y no conoce a los militares. A ver si tiene huevos. No es posible encontrar una reunión de personas mejor educadas, sacrificadas, valientes y entregadas a sus conciudadanos que los militares de las Fuerzas Armadas Españolas, entre los que incluyo a la Guardia Civil. Pero de ahí a soportar que un sapo cagón de la CUP, especie local de anfibio anuro científicamente conocido como «sapus caganeris cupensis», les escupa en la cara media tan largo trecho como el que se establece entre Melina Mercouri y Penélope Cruz, por no caer en la fácil comparación entre Cary Grant o Al Pacino y Javier Bardem. No tema el concejal Coma y Roura la reacción del militar que se siente provocado por una tos maloliente en su rostro. Sencillamente, porque tal cosa no va a suceder. Entiendo, de cualquier manera, que una incitación al odio y al contagio del coronavirus como la del concejal salchichonero podría ser motivo de una querella criminal promovida por la Fiscalía, pero temo que semejante respuesta inmersa en la normalidad democrática y judicial no se va a producir porque la Fiscal General está en sus cosas, que no se sabe bien cuales son, pero son sus cosas.
Y escribo que este sapo cagón cupero no se conoce a sí mismo ni ha invertido tiempo en estudiar la historia del separatismo catalán, porque se llevaría un disgusto al constatar el cúmulo histórico de cobardías y estercolamientos que caracteriza su andadura. Ven un uniforme cuyos portadores no lleven las playeras de los Mozos de Escuadra vestidos de gala, y salen corriendo por las alcantarillas de Barcelona como ya sucedió anteriormente para escapar de los guardias civiles en la Segunda República. El gran escritor en lengua catalana –y española–, Josep Pla, no le concedía a los separatistas –llamados antaño «nacionalistas»–, un margen excesivo de confianza respecto a su valentía. «Cataluña es la tienda del resto de España, y los tenderos venden para ganar dinero, pero no se arriesgan». Y se me antoja un elogio a la profesionalidad del buen mercader.
El Ejército se ha desplegado en Cataluña, con un centenar de soldados de la UME, para contribuir a la higiene y salubridad de dos instalaciones de afluencia masiva como son su aeropuerto y su puerto. Y si son necesarios doscientos más, allí acudirán, porque Barcelona es la segunda ciudad de España. Y si en un momento dado, las circunstancias justifican la presencia de soldados de otras unidades, como la Legión en Almería, la Infantería de Marina en Cádiz, o los MOE en otras ciudades, la única respuesta que pueden y deben dar los catalanes es la del agradecimiento. Ellos cumplen con su deber, pero no está de más que se sientan bien recibidos o unánimemente ovacionados como en el aeropuerto de Santiago de Chile, por miles de viajeros en la sala de embarque, cuando vieron pasar a una compañía de la UME que dedicó más de un mes a ayudar a los chilenos a superar los estragos de un terremoto. Y si a Torra, Aragonés, Puigdemont, Rufián o Coma les molesta la presencia de sus soldados en Cataluña, que les den pirulí. Pero un bicho como el «sapus caganeris cupensis», tiene como poco, que sentarse ante el juez. En silla para sapos, pero ante el juez.

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