Coronavirus
Reflexiones apresuradas desde la incertidumbre
La respuesta de las Fuerzas Armadas en esta crisis viene acompañada de una Industria de Defensa que se ha puesto a disposición de la sociedad de forma incondicional
Es difícil predecir lo que va a pasar cuando esto pase. Desde luego, no tenemos la bola de cristal. Pero es seguro que tendrá efectos. Las predicciones más extendidas nos hablan de una contracción económica a nivel global que en algunos casos puede convertirse en una fuerte de presión. Un elemento común en la mayoría de los vaticinios es que la respuesta no estará en la “nacionalización” de la actividad económica. La tendencia al regreso a la aldea es un riesgo que parece cierto, junto con el temor a un empobrecimiento generalizado con consecuencias sociales imprevisibles.
En España ya se habla, por ejemplo, de la necesidad de reconstituir el sistema sanitario que se está fajando duramente desde hace unas semanas. El motor económico nacional, el turismo, se ha visto muy afectado y previsiblemente tardará tiempo en recuperarse. Los problemas afectarán a la totalidad de los sectores con mayor o menor alcance. La respuesta de las autoridades será clave para la recuperación. Aunque se trata de una crisis de alcance global, la o las soluciones dependerán en buena medida de nosotros mismos. Con ayuda de otros. pero empezando por hacer un profundo examen de conciencia, con firme propósito de enmienda. No debemos quedarnos en el dolor de los pecados que es algo muy español. Algunos discursos que infunden temor y añaden incertidumbre no ayudan. Una vez consolidado su poder político y tras unos años de férreo control sobre todo tipo de actividad, Lenin se vio obligado a establecer una nueva política económica que tímidamente “liberalizó” la economía soviética. Hasta los más recalcitrantes comunistas vieron en la década de 1920 que tras la guerra era necesario favorecer la actividad para no entrar en una hambruna crónica y permanente. Alguien tan poco dudoso como Alain Besançon lo recordaba en su “Breve Tratado de Sovietología”, publicado hace más de 40 años.
Durante estos días se está poniendo en valor el papel de las Fuerzas Armadas. La actuación de los militares está demostrando que la experiencia acumulada en operaciones exteriores sirve también cuando se trata de arrimar el hombro en situaciones complejas a nivel nacional. La excelente preparación y capacidad operativa demostrada fuera de nuestras fronteras se está manifestando en la puerta de nuestras casas. Si no hacen más es porque no se les demanda. O porque desde el poder político se siguen manteniendo complejos anacrónicos. La Instrucción emitida en el Ministerio de Defensa el 15 de marzo hace referencia exclusivamente a capacidades de transporte, aerotransporte y apoyo sanitario. Se está haciendo mucho más y se desea poder aportar toda la panoplia de capacidades disponibles junto con una capacidad de dirección y gestión de situaciones de crisis como pocas organizaciones tienen.
Las capacidades de nuestros Ejércitos son muchas y ahora lo demuestran en el ámbito del apoyo logístico entendido en su sentido más amplio por citar solo el caso más llamativo. La mayor demanda para las Fuerzas Armadas nos hace olvidar los grandes problemas experimentados durante la pasada década para sostener sus capacidades. Eran tiempos en los que había que recortar en Defensa. Al parecer se trataba de un “gasto innecesario”. Curiosamente se recurre a una institución que ha sido infradotada de forma crónica pero que necesitamos y sabemos que acudirá a la llamada en cualquier circunstancia.
La respuesta militar viene acompañada de una capacidad industrial conseguida con mucho esfuerzo y sacrificio durante décadas. Un sector, el de Defensa, también muy afectado por los recortes del pasado, pero que ahora se pone en valor. No solo en el sector de apoyo general y servicios, que está respondiendo de forma ejemplar, sino también en otros cuya capacidad tecnológica se ha puesto a disposición de la sociedad de forma incondicional. No debía ser de otra manera.
El sector de Defensa está dominado por Pymes y traccionado por grandes empresas que mueven a toda una cadena de valor que es muy necesaria. La penalización de la actividad de las pequeñas y la paralización de la actividad de las grandes no solo es contraproducente en las condiciones actuales. Puede lastrar también el futuro.
Algunas de las grandes empresas, tras una parada inicial, estaban dispuestas a continuar su actividad hasta que se publicó el Real Decreto 10/2020. Otras, integradas en grupos multinacionales, se han visto obligadas a parar su actividad en España, mientras que, en otros países europeos, empresas del mismo grupo internacional retoman la actividad aún en niveles mínimos. Otras se limitan, siguiendo las directrices políticas, a proporcionar el apoyo en mantenimiento indispensable para garantizar la operatividad de los sistemas en servicio en las unidades. El resto de actividades no se consideran esenciales. El parón tiene un efecto arrastre evidente. En Italia, por ejemplo, los principales consorcios industriales de Defensa han evitado interrupciones totales. En otros países se ha aplazado la actividad en organización de ferias internacionales como única actividad no considerada esencial para la seguridad. La actividad industrial se ha mantenido aunque sea a niveles mínimos y con las obligadas condiciones de seguridad. La parada forzosa afecta también a programas de aliados, que ven con preocupación cómo puede afectar a sus propias actividades. Buscaran soluciones alternativas con el riesgo de que nos sustituyan y perdamos posicionamiento.
Afortunadamente, la respuesta del sector está siendo muy activa. Se están reconduciendo capacidades productivas o mutualizando capacidades a nivel local. Los casos de Cantabria o Zaragoza son solo dos ejemplos de lo que se está haciendo en este sentido. El esfuerzo de las empresas merece un reconocimiento aunque solo sea porque ponen en valor su vocación de servicio.
La prolongación de esta situación afectará a la capacidad industrial. El impacto sobre la cadena de suministro afectará a la actividad de las grandes cuando tengan que retomar su actividad. De todo ello se resentirá el empleo directo e indirecto. Pero sobre todo se verá afectada la seguridad de suministro de activos de los que ahora disponemos y que son necesarios para el futuro.
Desde el Ministerio de Defensa se está promoviendo una campaña de mensajes de optimismo que animan a continuar trabajando para preparar el futuro. Es una práctica que se agradece ante la ausencia de liderazgo, con la salvedad ejemplar de Su Majestad El Rey. Se insiste en que la actividad de los programas principales no se paraliza y se pide que se comuniquen las incidencias en la cadena de producción que puedan retrasar los calendarios de ejecución y producir sobrecostes si esa cadena se rompe. Se anuncia que se está trabajando en un plan de recuperación de la actividad industrial de Defensa. La preocupación por la cadena de suministro parece que está muy presente en los responsables de la política de adquisiciones. En paralelo, vemos con preocupación que se toman otras decisiones políticas que suponen una carga añadida a las empresas y que no parece que vayan a favorecer la supervivencia de un sector en el que los pequeños son mayoría.
Cuando la crisis pase habrá que priorizar las diferentes políticas públicas. La experiencia demuestra que en España la Defensa ha sido siempre moneda de cambio. El esfuerzo inversor en los últimos tres años ha sido una inyección tras una década de recortes continuados. Los niveles de sostenimiento todavía bajos estaban en senda de recuperación. Una vuelta a políticas restrictivas en defensa podría apuntalar lo que quede del sector y afectar de forma decisiva a una capacidad operativa de las Fuerzas Armadas que ha alcanzado su límite de elasticidad. Los resultados de los grandes programas del pasado son evidentes. Despliegues de buques de la Armada, actividades de aerotransporte o apoyos con helicópteros son actividades que no se hubieran podido realizar si no se hubiese invertido en grandes programas de Defensa. Por no citar otras inversiones menos llamativas pero igual de necesarias. La solución no estará en recortes adicionales de estructura que pueden afectar al músculo operativo e industrial. Puede ser que esos ajustes tengan que aplicarse en otras organizaciones o estructuras del Estado, cuya utilidad está siendo al menos dudosa, antes que sobre nuestro sistema de Seguridad y Defensa nacional. Una revisión del papel que están jugando el conjunto de los poderes públicos sería recomendable.
Desde el punto de vista financiero, puede que haya llegado el momento de abrir el debate sobre el sistema de financiación de nuestra Defensa y en dónde están los límites inferiores que no podemos trasvasar. Quizás sea el momento de resolver definitivamente el problema de la deuda de los programas especiales, aunque sea a costa de aumentar el déficit, como ya piden algunos expertos, en aras de garantizar nuestra competitividad. Las perspectivas en el mercado exterior, donde se han conseguido cuotas de mercado significativas en la última década, no son, por otra parte, muy optimistas si se produce, como algunos analistas vaticinan, una vuelta al proteccionismo en los mercados y especialmente en el de Defensa, o si perdemos posicionamiento por inactividad aunque sea temporal. Las posiciones políticas de los últimos meses no han ayudado mucho en ese sentido al sector de Defensa español. En Francia, recientemente se ha publicado un extenso informe que habla de las exportaciones de Defensa como elemento indispensable de soberanía e influencia. La respuesta europea en relación con el futuro del plan de Defensa europeo será también importante para el futuro del sector español en un momento en el que se estaba trabajando activamente y se había logrado una posición muy ventajosa. Una contracción en las iniciativas europeas de Defensa, que no es descartable, será otro de los factores a considerar. La solución podría estar en reclamar políticas incentivadoras del mercado en lugar de pedir subvenciones.
Lo ideal sería que tras el Covid-19 se mantuviesen al menos los niveles financieros actuales. Eso estará en función de cómo se responda desde el Gobierno a otras prioridades públicas. No se trata de reasignar recursos obtenidos con una mayor carga impositiva. Otras vías que favorezcan la actividad industrial parecen más eficaces.
Siguiendo el ejemplo de Mankiw, se debe intentar aumentar el tamaño de la tarta y no de repartir en porciones iguales una tarta más pequeña.
La incertidumbre es grande. Las autoridades no deben añadir el factor pánico. La Defensa será solidaria como lo ha sido siempre. Solo esperamos que la crisis haya puesto de manifiesto que no se trata de un gasto superfluo. Es una política pública básica en la que hay que invertir como factor de prevención. En caso contrario, solo quedará llorar sobre la leche derramada si nuevamente vienen mal dadas.
(Infodefensa.com para La Razón)
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