Coronavirus
Ahora piden lealtad a la derecha
Sánchez no pudo doblegar a Iglesias y ofreció unos «nuevos Pactos de La Moncloa», en los que la presencia del PP, Cs, sindicatos y patronal diluyera el poder de Podemos
El gobierno Sánchez-Iglesias está más centrado en el día después, en de la reconstrucción que en la lucha contra el coronavirus. Saben que la única manera de salvar su cabeza política por su imprevisión y negligencia es prometer un nuevo Estado social que «no deje a nadie detrás». Pero en el Gobierno discrepan. Los socialistas quieren un Green New Deal, un Estado intervencionista y omnipresente; mientras que Podemos ve la oportunidad para derribar el modelo y crear uno nuevo para su dominio absoluto.
Sánchez no pudo doblegar a Iglesias, y su solución era una UE que pagará el gasto social que tapara su fracaso. Pero Bruselas se negó. Así, Sánchez ofreció unos «nuevos Pactos de La Moncloa», en los que la presencia del PP, Cs, sindicatos y patronales, diluyera el poder de Podemos.
Pero los de Iglesias no quieren. Siempre despreciaron dichos Pactos porque, como Monedero e Iglesias han dejado escrito, supusieron la derrota del movimiento obrero y el fin de los avances democráticos. La política es conflicto para ellos, no consenso. Esto significa que es imposible que el Gobierno proponga esos pactos mientras Podemos tenga ministros.
Este bloqueo les ha llevado a culpar a la oposición de desleal para desviar la atención. Intentan que los españoles crean que los pactos no se firman porque el PP es desleal.
Lo extravagante es que reclaman lealtad los dos partidos, el PSOE y Unidas Podemos, más desleales con la letra y el espíritu de la Constitución en los grandes retos que España ha tenido.
Podemos llegó a justificar y amparar a los filoetarras, y ha dejado por escrito que solo HB, el brazo político de ETA, interpretó la Transición bien, es decir, como farsa. El PSOE de Zapatero trató a Otegui como «hombre de paz», y el actual ha pactado con EH en Navarra y en Madrid. Tampoco fueron leales con el otro terrorismo: aprovecharon el 11-M para derribar al Gobierno. No ya Rubalcaba en jornada electoral, sino Iglesias y Monedero que aún hoy se ufanan de haber sido los organizadores del «¡Pásalo!». Volvió a ocurrir con la guerra de Irak o el ébola, donde Pedro Sánchez exigía responsabilidades a Rajoy.
Menos aún en el orden internacional: Zapatero no se levantó ante la bandera americana, retiró a las tropas de Irak, se fotografió con un mapa marroquí que incluía Ceuta, Melilla y Canarias, apadrinó la «alianza de civilizaciones» junto al dictador Erdogan, y ahora está con Maduro. ¿Y qué decir de Podemos con Venezuela?
No hubo lealtad tampoco del PSOE al consenso constitucional: firmó el Pacto del Tinell en 2013 para orillar al PP, y que inició la era de conflictos que ha destruido la base de la convivencia.
Tampoco hubo lealtad del PSOE ni de Podemos ante el golpismo catalán desde 2017. No solo fue desleal la actitud de Miquel Iceta, sino que obligaron al gobierno Rajoy a un 155 blando, perturbaron el procedimiento judicial en el Tribunal Supremo, echaron a Edmundo Bal y a todos aquellos que no fueran a suavizar las penas para los golpistas. Podemos, además, estuvo de acuerdo con el falso referéndum del 1-O, y se unió al golpismo en las críticas a la policía.
Esa deslealtad siguió con el acuerdo de Pedralbes, y el compromiso a una mesa de igual a igual. Es más; Sánchez recibió a Torra con honores de Jefe de Estado y asumió como propio el lenguaje de los golpistas al hablar de «conflicto político».
Mientras tanto, la oposición liderada por el PP criticó esa deriva autoritaria que ninguneaba a las Cortes y al Rey, que se saltaba el espíritu y hasta la letra de la Constitución. La respuesta del PSOE y de Unidas Podemos fue decir que el PP era «antidemocrático» y que no aceptaba los resultados de las urnas.
Era evidente antes de las elecciones que ese Gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos apoyado en quienes quieren romper el orden constitucional iba a hacer aguas nada más salir a la mar. El problema es que tenemos un tsunami, de consecuencias sociales desastrosas. Antes de las elecciones del 10 de noviembre de 2019, Casado ofreció once pactos de Estado a Sánchez para la gobernabilidad, en lealtad al orden constitucional, y a pesar de las enormes diferencias y de la dura campaña socialista contra el «trifachito». Hasta Albert Rivera, que venteaba el batacazo en las urnas, ofreció a Sánchez un pacto con tres ejes. Un día después, los socialistas gritaban en Ferraz: «¡Con Rivera, no!», y quizá sean los mismos que ahora imploran lealtad.
Los Pactos de La Moncloa no pueden servir como coartada para diluir la responsabilidad de Sánchez en el desastre de la gestión del coronavirus, ni para aguantar el pulso a los comunistas de Pablo Iglesias. Quien tiene que ejercer la lealtad a España es Sánchez, que para eso tiene el mandato del Rey y de las Cortes.
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