Opinión

¿Una mesa de qué?

El jueves pasado comenzó la primera ronda de conversaciones con los portavoces de los grupos con representación parlamentaria. Todos menos Vox y la CUP que han preferido darse mus en esta partida. Se trata de crear una «mesa para la reconstrucción social y económica del país» aunque, a día de hoy, el Gobierno no haya facilitado ninguna información sobre los trabajos que llevaría a cabo los partidos. Tan solo la intención de Sánchez de que las reuniones comiencen ¡esta misma semana! Estos nuevos Pactos de la Moncloa de 1977 –así los llama el Gobierno- han generado un enorme entusiasmo; pero solo en la Presidencia del Gobierno. Así lo comunican sus portavoces y terminales mediáticos. Y eso que apenas llevamos dos días de diálogo. Sin embargo, la realidad es otra. No hay ninguna información que permita no solo conocer los contenidos, sino que tampoco existe el trabajo previo de expertos que hubiera sido necesario para lograr cualquier acuerdo. La primera en confirmarlo fue Inés Arrimadas. No solo se sintió defraudada por la reunión con Sánchez, sino que criticó la ausencia de contenidos y calendario que, de momento, tiene la mesa. Tampoco explicó Arrimadas qué pasó con las propuestas que hizo al Presidente del Gobierno. Ese mismo jueves Sánchez atendió también a los portavoces parlamentarios de Unidas Podemos, Junts per Catalunya, PNV, Más País, Compromís y BNG. En sus posteriores declaraciones, ninguno de ellos mostró especial emoción ante la mesa. Incluso el PNV que está muy dolido por haberse quedado sin los Presupuestos de 2020 se permitió recordar que «ni esta mesa ni el estado de alarma pueden sustituir ni absorber las competencias autonómicas y, en particular, el autogobierno de Euskadi». La pela y el autogobierno: ellos a lo suyo. En la misma línea que el nacionalismo vasco fue la conversación con Esquerra Republicana. Gabriel Rufián pidió a Sánchez que los acuerdos para salir de esta crisis de coronavirus los tomen los partidos de la moción de censura contra Rajoy; y pidió al Presidente que retomara la otra mesa: aquella sobre el conflicto catalán, que ya nadie sabe muy bien donde está. Y quedan los populares que, después de poner el pie en pared por la convocatoria, quieren evitar ser manipulados. Están dispuestos a participar en ella aunque no huelan ni color de la formica, pero saben que el único interés del Gobierno y sus fontaneros es distraer de los errores cometidos en la gestión de la pandemia. Quizá por eso Casado acude hoy a la reunión telemática con Sánchez con una idea clara: no pactar nada fuera del Congreso; y luz y taquígrafos de todos los acuerdos que se consigan. En su entorno dicen que no cree ni mucho ni poco en la «mesa de reconstrucción»; ni tampoco en que el Gobierno quiera subdividirla en otras tres: política, comunidades autónomas y agentes sociales. Les suena –con razón- a chino. Y perdón por la referencia. Saben que va a ser la herramienta que utilizará Sánchez para mantenerse en el poder. Y es que, a falta de una, ¿tres mesas para hablar de no se sabe qué? ¿No está para eso el Congreso? Pero no se preocupen; no todo el mundo es tan pesimista. La portavoz del Gobierno dice entusiasmada que «el pacto avanza; y estamos cada vez más cerca». Deberían nombrarla Ministra de Sanidad. O mejor no.