Opinión

Señorita Escarlata

Si a «Lo que el viento se llevó» quitamos a Mammy vistiendo a Vivien Leigh tendríamos un coloso en llamas sin incendio, una de Pajares y Esteso sin una «pilingui» en sujetador o un programa de Évole presentado por Jorge Javier Vázquez. Un disparate. Buena parte del mundo que aún come tres veces al día y defeca otras tantas quiere borrar un pasado del que no es responsable (si bien vive de sus rentas, ser rico en un planeta de pobres), que le pesa tanto en la conciencia que necesita expiarla a latigazos. Los blancos se arrancarían la piel a tiras para lucir un emoticón oscuro. Lo importante no es lo que sucede en la acera, eso significaría un compromiso que no casa con el cerebro líquido de la gente bien del primer mundo, sino lo que pasó hace siglos, y cómo se relató. El ñoñerío mundial conoce lo que se señorea en Balimore por la serie «The Wire», tan discursiva que se te quitan las ganas de ir a ver qué tal. Censurar «Lo que el viento se llevó» (y lo que el culo me dolió, según se decía en la época por su larga duración) no es más que otra operación de marketing para que los que ven, vemos, la HBO, sientan que están pagando por una causa justa, que es disfrutar «El cuento de la criada» en lugar de donar esos euros a Unicef, por poner. Lo raro es que en la Ley de la Infancia se permita «Lolita». Por la matanza entre hutus y tutsis en Ruanda nadie hincó la rodilla, pensaban que eran seres despreciables, de la misma raza aunque de diferente etnia, matándose entre ellos. No necesitaban a Leopoldo II en el corazón de las tinieblas. Mucho antes del confinamiento veíamos la vida pasar por la ventana y por la televisión sin que la realidad nos rozara. Ya llevábamos mascarillas. Solo que ahora también las lucimos en el estómago, que al cabo piensa con el culo. Cambiar de canal ya nos hace más solidarios, más modernos y más guays. Matan a George Floyd, que es una barbaridad, y contestan la aberración asesinando la inteligencia, que es un oprobio. Así hasta que desaparezca «Pretty woman» por apología de la prostitución. Si fuera tan fácil acabar con el racismo, quizá ante la señorita Escarlata habría que plantearse la duda del mal menor. Todos sabemos que no. Hasta los que hacen negocio de la censura. A Dios pongo por testigo. No se puede ser sublime sin interrupción, pero imbécil ya vemos que sí.