Opinión

Negacionistas

Debe de haber algo que se nos escapa en la posición vital de negarlo todo, da igual lo confirmado que esté, las pruebas que existan sobre su veracidad y lo absurdo que resulte la negación. Hay quien sigue negando el Holocausto, hay quien reniega de que la tierra es redonda, y quien todavía hoy asegura que Stalin no fue un genocida y que los gulags no fueron campos de concentración sino granjas de trabajo para vagos e indocumentados. El negacionismo es tan absurdo como insustancial, pero ahí está. Quien se siente perdido en la vida opta por negarlo todo con la esperanza de que, quizá así, encuentre algo o a alguien que le siga en su inopia.

Estos días se celebran concentraciones contra el uso de la mascarilla. Dicen que las mascarillas no sirven para nada y que ellos, que no tienen más idea que cualquiera de nosotros de los principios de la física cuántica, lo pueden aseverar sin que les duelan prendas. Un poco lo que sucede con los movimientos anti-vacunas. Las locuras que cada uno enarbole, también las negacionistas –fruto de la ignorancia o de una mal entendida rebeldía disfrazada de inconsciencia– , son respetables, siempre que no afecte al resto y coarten sus derechos. Es como la libertad y sus límites: mi libertad acaba donde empieza la tuya, justo ahí donde comienzan mis derechos y terminan los tuyos, pero de lindes geográficas algunos no andan muy duchos; también los niegan, diciendo que es como poner puertas al campo. Siempre habrá quien lo niegue todo, incluso su propia existencia.