Opinión
Palabra yihadista
Hay fechas que se graban en el recuerdo con la fuerza de un cincel sobre la piedra. Todos recordamos dónde estábamos el 17 de agosto de 2017, cuando los atentados yihadistas en Barcelona y Cambrils sembraron el terror, asesinando a 16 personas e hiriendo a 140. Hoy, tres años y tres meses después, comienza el juicio contra los tres miembros de la célula yihadista liderada por el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty. Sí, un imán. Y sí, una mezquita.
Algunos permanecen ajenos o adormilados ante la permanente amenaza del terrorismo yihadista, y solo despiertan cuando un profesor es degollado en París por hablar de las caricaturas de Mahoma, cuando un camión siembra de cadáveres el Paseo de los Ingleses de Niza matando a 86 personas e hiriendo a 434, o cuando un español, Ignacio Echeverría, es asesinado al enfrentarse con su monopatín a un terrorista en Londres. La amenaza está ahí, vive entre nosotros y aunque la células yihadistas se denominan durmientes, no duermen nunca, jamás descansan, su terrorismo en invisible e indetectable como el más eficaz de los venenos, una revolución silenciosa que solo se escucha cuando explota y siembra de muerte las calles. El terrorismo islamista sigue poniendo sus huevos en nuestra sociedad, la captación de occidentales continua activa aunque los informativos no hablen de ella y su guerra santa sigue viva porque es un negocio que no cerrará ni cesará su actividad hasta conseguir lo que Gadafi profetizó: en 2050, Europa será un estado islamista. Han iniciado su particular reconquista, como ellos la denominan, y lo han hecho valiéndose de nuestra grandeza: “Gracias a vuestra leyes democráticas, os invadiremos; gracias a nuestra leyes religiosas, os dominaremos”. Palabra yihadista. Bin Laden definió la yihad como un asunto más grande que las palabras. Confiemos que nuestras palabras, también las judiciales, la empequeñezcan.
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