Política
Los intereses de Iglesias
Sánchez tiene que desmarcarse de propuestas de dudosa calidad democrática, como la de cambiar las reglas del juego cuando no se es capaz de acordar con la otra parte
Si hay algo que sabe hacer Pablo Iglesias es poner al Partido Socialista en tesituras de las que, decida lo que decida, sale ganando Podemos y perdiendo el PSOE. La aprobación de los Presupuestos con Bildu y ERC ha dejado una muesca en Pedro Sánchez de la que acusará recibo aunque ahora no lo crea.
Ahora llega el turno de la elección de los miembros del CGPJ. El intento de moción de censura de la extrema derecha sirvió para que Pablo Casado suavizase su posición política y para que Pedro Sánchez retirase el proyecto de ley para modificar la forma de elección del gobierno de los jueces.
Los acuerdos más importantes y más estables en nuestro país se han conseguido aglutinando el mayor espectro ideológico. Sin embargo, en donde no ha habido posibilidad de pacto, las leyes han sido inestables y han durado lo que ha tardado en tomar posesión un ministro del otro signo político. Tal es el caso de educación, que cada vez que se produce un cambio de gobierno, nace una nueva ley abocada a ser coyuntural.
En cuestiones de higiene democrática buscar el frentismo y la alineación por bloques equivale al debilitamiento de las instituciones. La Justicia es uno de esos pilares del Estado que hay que preservar fuera de la lucha partidista.
De esta manera, un acuerdo con el Partido Popular para el CGPJ es imprescindible por varias razones. La primera porque si los populares no forman parte del acuerdo, no hay renovación del Consejo. La exigencia de mayorías cualificadas en la Constitución responde a este espíritu.
Por otra parte, PSOE y PP tienen la oportunidad de demostrar que la concentración de voto en dos grandes partidos de referencia tiene ventajas como esta, la necesidad de adoptar posiciones de Estado en algunos asuntos. De otra manera, se debilitarían sus argumentos contra la fragmentación del voto.
Para finalizar, Sánchez tiene que desmarcarse de propuestas de dudosa calidad democrática, como la de cambiar las reglas del juego cuando no se es capaz de acordar con la otra parte.
La operación se enmarca en los intereses podemistas. En tanto haya brecha en los asuntos entre el PP y el PSOE, su posición relativa en el gobierno sale fortalecida, por no mencionar la estrategia de Iglesias de ocupar todo el poder institucional que las circunstancias le permitan.
Podemos se muestra beligerante contra la Constitución del 78, pero, a la vez, aprovecha todos los resortes que va teniendo a su alcance para demolerla.
Los cambios ya son sustantivos a estas alturas. La consolidación de independentistas y de Bildu como bisagras de la gobernabilidad no son baladíes, sino que forman parte de una política de confrontación de bloques que han sido diseñados desde hace tiempo según los intereses del líder morado.
El intento de cambio en el ordenamiento jurídico relativo a sectores democráticos clave, como los medios de comunicación o la justicia, es otra manifestación más de lo mismo: el control del sistema para dirigir los cambios lejos de los consensos que soportaron los constituyentes.
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