Opinión

Joe Biden, China y Rusia

Rusia contempla con extrema cautela el creciente peso de China, y la falta de creatividad de Europa para influir en la Federación Rusa, y acercarla a sus valores liberales.

Manuel Sánchez Cánovas

Las recientes declaraciones del presidente electo Biden, suscitan dudas sobre su determinación ante la creciente amenaza que China supone para el mundo libre.

Su efectos ya se dejan notar en Australia, teatro de pruebas del futuro de cualquier país occidental que se oponga, en solitario, al gigante asiático: Bastó que Canberra protestara la eliminación de los Derechos Humanos y la Independencia Judicial en Hong Kong, pidiendo una investigación sobre el desastre de la gestión de la Covid-19 en Wuhan, para que Pekín aplicara aranceles del 225% al vino, el 80% al centeno o paralizara la importación de millones de toneladas de carbón, causando pérdidas ingentes a los productores australianos.

En septiembre, Biden dijo que Rusia era el principal «oponente de los EEUU, relegando a China a la segunda posición, como «competidor estratégico». Todo esto tras hacerle guiños a Xi Jin Ping durante la campaña presidencial, como muestra de rechazo a la política comercial restrictiva de Trump para con las importaciones chinas.

El principal «oponente» sería lógicamente China, cuya economía ya es mayor que la de los EEUU en paridad del poder adquisitivo (25,4 billones), cuyo presupuesto militar creció con tasas de dos dígitos desde su entrada en la Organización Mundial del Comercio (2001), suponiendo ya más de un tercio del norteamericano (261 mil millones), y superando con creces al de la Federación Rusa (65 mil millones).

Si bien la producción del complejo industrial-militar ruso sirva para equilibrar la balanza comercial de la Federación; defender sus enormes fronteras- las más extensas del planeta -, y sostener intervenciones militares exteriores, para elevar la moral de los rusos y el patriotismo del régimen de Putin - la ficción de ser una gran potencia -, Rusia experimenta graves problemas económicos: Además sobre depender de las exportaciones de materias primas, el PIB de la Federación es relativamente pequeño, como el de España pero con tres veces nuestra población, luego cuenta con unos recursos escasos, con los que difícilmente se puede hacer la competencia al gigante americano. Visto desde Moscú, las provocaciones a la OTAN en el Báltico y Este de la Unión, responderían a razones meramente defensivas: Recuérdese que son todos los países del Este, Ucrania y ahora Bielorrusia, los que o han caído o pueden caer bajo la órbita occidental.

El acercamiento de Rusia a China, responde a las sanciones aplicadas a Rusia por la OTAN tras la absorción de Crimea, lo que ya es un hecho consumado, aumentando su dependencia del gigante asiático como destino de sus exportaciones. Rusia contempla con extrema cautela el creciente peso de China, y la falta de creatividad de Europa para influir en la Federación Rusa, y acercarla a sus valores liberales. De cualquier modo, tal es la dependencia de la Unión Europea de los hidrocarburos rusos, que se reinició la construcción del gasoducto Nordstream en diciembre, para mover más del 27,5% de toda la producción rusa a Alemania, con la oposición decidida de los norteamericanos.

La idea absurda - denunciada por el abajo firmante desde 2004-, de que la liberalización económica fuera a propiciar una liberalización política en China, el respeto de los Derechos Humanos y que esta fuera jugar limpio y plegarse a los acuerdos internacionales, fue compartida por los gobiernos de Clinton, Bush y Obama (Biden). Todo esto hasta que Trump intentara ponerle coto -en sus propias palabras- a «los errores del Establishment»: la colonización económica china de los EEUU. Habría pues mucho dinero y reputaciones comprometidas en el campo demócrata, dada la creciente complementariedad comercial entre la economía china y norteamericana, como para tomar medidas más drásticas - y necesarias - que las ya tomadas. Con todo, una vuelta atrás también parece harto improbable.

Los lazos familiares y su pasado político, también permiten cuestionar al Presidente Biden: Primero, mentar los negocios de su hijo, Hunter Biden, con oscuros magnates ucranianos, así como sus clientes rusos y chinos, que denuncia el Senado de los EEUU. Segundo, en 2001 Biden habría dicho: «Los EEUU le dan la bienvenida a la emergencia de una China próspera, integrada en la escena mundial, porque esperamos que va a ser una China que acate las reglas», con referencia a los acuerdos en el seno de la Organización Mundial del Comercio y al «Imperio de la Ley», que poco parecen importar en la nueva China agresiva del dumping medioambiental y social, la del «Imperio de los Hombres», proteccionista y neocolonial, véase el caso de Australia.

Manuel Sánchez Cánovas es Doctor en Ciencias Económicas y Seguridad Internacional