Venezuela

El desprecio de la UE a Venezuela

Sufrimos el regreso, con inusitada fuerza, de un comunismo que creíamos derrotado

La UE muestra, por enésima vez, su comportamiento errático y acomodaticio en política exterior. El comunicado sobre la nueva Asamblea Nacional chavista intenta ser un ejercicio de funambulismo diplomático, cuando lo único que refleja es un gran patetismo. Lo es, porque no reconoce a Juan Guaidó como presidente interino, sino simplemente como un líder opositor. Es triste reconocer que es una unión de mercaderes cuya ética varía en función de los intereses económicos y geopolíticos. La lucha contra el régimen autoritario de Maduro y sus compinches despierta escaso interés. Nunca esperé demasiado de Borrell, que es tan brillante como soberbio, y menos aún de nuestro gobierno socialista-comunista cuya afinidad con el populismo chavista es una realidad acreditada. Por supuesto, en el caso de Podemos no existe ninguna duda de que sus mejores amigos son el déspota venezolano y su corte de paniaguados. Es impresionante comprobar la cantidad de miles de millones de dólares que han llegado a Europa de la corrupción. Las países europeos, como ha sido una constante en otros casos, se están beneficiando del dolor del pueblo venezolano.

La actitud socialista la pudimos constatar con el viaje de la famosa Delcy Rodríguez, que casualmente es la hermana de Jorge Rodríguez, el presidente de la nueva Asamblea Nacional títere. Las estrechas relaciones de la vicepresidenta venezolana con el gobierno socialista-comunista son un síntoma que permite vislumbrar el futuro abandono de la oposición. No hay duda de que los chavistas son una gran familia de corruptos y caraduras. Es algo característico de estos nuevos populismos de corte comunista. El nepotismo forma parte de su ADN. La oposición, constituida por todas las formaciones democráticas, tiene un futuro muy oscuro si espera alguna ayuda de la UE o la nueva administración estadounidense de Joe Biden y Kamala Harris. Venezuela es una gran fuente de negocios y el poderoso sistema que rodea a los demócratas podrá enriquecerse tratando con afecto a los populistas. Por supuesto, lo vestirán con buenas palabras y contarán con el fervoroso apoyo de los medios de comunicación de la primera potencia mundial que ahora están muy felices, porque han conseguido acabar con Trump. El vicepresidente Iglesias estará también muy satisfecho viendo que sus camaradas se quitan de encima la presión y podrán seguir con su «internacional populista» formada por todo tipo de indeseables autoritarios y países corruptos. Es una triste noticia para la democracia en estos tiempos tan aciagos donde nos toca repetir, desgraciadamente, los errores del pasado y sufrimos el regreso, con inusitada fuerza, de un comunismo que creíamos derrotado.