Gobierno de España

El gobierno de las «diez plagas de España»

«La primera plaga ha sido, sin lugar a duda, el regreso del comunismo al consejo de ministros y que tan triste recuerdo dejó durante la Guerra Civil»

Todos conocemos las famosas «diez plagas de Egipto» gracias a Los diez mandamientos, uno de los grandes clásicos del Séptimo Arte, la gran producción de Cecil B. de Mille de 1956 con los inolvidables Charlton Heston como Moisés y Yul Brynner como Ramsés. Es una película espectacular donde vimos asombrados como el mar se abría para devorar los carros del faraón. Fue la película más cara rodada hasta ese momento y una de las más taquilleras de la historia. Jehová castigó a Egipto, como explica la Biblia, que los historiadores hemos asumido su profunda base histórica en muchas cuestiones, con las «diez plagas»: conversión del agua en sangre, invasión de ranas, piojos, moscas, peste del ganado, úlceras, lluvia de fuego y granizo, langostas y saltamontes, tinieblas y muerte de los primogénitos de Egipto. Las urnas han hecho que tengamos un gobierno que acaba de cumplir su primer año y sufrimos unas modernas diez plagas que hacen reflexionar por qué merecemos un destino tan triste y aciago.

Las nuevas plagas se adaptan a estos tiempos, pero están provocando un daño enorme. La novedad no es un gobierno socialista, que en casos anteriores ha hecho cosas buenas y malas, como todos los que hemos tenido en democracia, sino el añadido de la desafortunada llegada del comunismo. En ese sentido tenemos que estar desolados, porque ni siquiera es el comunismo exquisito e intelectual que irrumpió en la Europa de la posguerra. No están los famosos «compañeros de viaje», que eran prestigiosos escritores, filósofos o catedráticos. Las urnas nos han entregado a jóvenes ambiciosos que no pudieron hacer carrera universitaria, como me decía uno de ellos, y encontraron en el activismo del 15-M una buena profesión. Los que gritaban airados «no nos representan» y se alzaban iracundos contra el sistema promoviendo escraches, ahora han abrazado el ascensor social de los ministerios, secretarías de Estado, direcciones generales, asesorías, alcaldías o concejalías. Miles de comunistas y antisistema ahora son el sistema en mayúsculas, aunque siguen instalados en la spanish revolution que nos conduzca a un «paraíso» similar al de Chávez y Maduro en Venezuela o los Castro en Cuba.

No hay que sorprenderse, porque los comunistas se aplicaron el mismo ascensor social tras la Revolución Rusa de 1917 o la China maoísta. Un gran número de ellos, como sucede también entre nosotros, eran vástagos de las clases acomodadas y dieron buen uso a las residencias de la nobleza y la burguesía. Ninguno viviría como un obrero o agricultor. Por supuesto, sus hijos y familiares se beneficiaron del sistema corrupto que establecieron. El comunismo no desapareció de Europa con la caída del muro de la vergüenza de Berlín, sino que se ha reciclado en este nuevo populismo antisistema. Ahora, con los ingresos que reciben como altos cargos pueden disfrutar de la vida regalada con la que nacieron. La primera plaga ha sido, sin lugar a duda, el regreso del comunismo al consejo de ministros y que tan triste recuerdo dejó durante la Guerra Civil.

Hemos sufrido la llegada de la pandemia, que, por supuesto, no es culpa del gobierno socialista-comunista, pero que se ha gestionado rematadamente mal. No llegó la Nueva Normalidad que se anunció con grandes alardes, sino que estamos en la tercera ola y con la noticia de que no llegarán las vacunas previstas. Nada es culpa del gobierno, pero cabe preguntarse por qué siempre estamos peor que nuestros vecinos de la UE. La tercera plaga es la debacle económica que nos afecta y que se está enmascarando con un brutal endeudamiento que no ha dado lugar a una crisis de deuda soberana gracias al BCE. Otra plaga es el paro que ha provocado y que los ERTE están escondiendo, también, pero que aflorará este año que será el peor de la crisis. Hay que incluir en esta relación la situación de tristeza que se ha ido instalando, tanto por la pandemia como por los problemas económicos que afectan a empresas y familias. Los que cobran del erario, como sucede con estos beneficiados por el ascensor social, pueden seguir instalados en su «juego de tronos» ajenos a la realidad catastrófica que vivimos.

Otra es la crispación política que ha provocado el comunismo, porque en los tiempos del bipartidismo nunca se llegó a los niveles actuales. La inclusión de este factor en la ecuación explica esta realidad. El nivel bronco, el uso de la mentira y la descalificación personal, utilizando las redes sociales o pseudo medios de comunicación, es algo que viene, precisamente, de los tiempos del 15-M. Ni socialistas ni populares habían hecho este tipo de cosas. Había unas líneas rojas que nunca se atravesaron. Ahora todo vale y el conocimiento histórico muestra que ha sido la estrategia de los totalitarismos. No hay más que recordar lo que hacían los estalinistas, maoístas, castristas, nazis o fascistas. Hay un incuestionable y trágico hilo conductor que une siempre a los autoritarismos de cualquier signo.

Las iniciativas que se están aprobando solo buscan el frentismo y la división de la sociedad por motivos estrictamente partidistas. No es exagerado calificar de plaga el peso que han adquirido los independentistas y los herederos de la ETA. Los que quieren destruir España ahora se sienten poderosos gracias a la debilidad del PSOE que los necesita para garantizar la gobernabilidad. Cuando parecía que la vacuna lo resolvería todo, hemos conocido su retraso, así como unas nevadas como no habíamos sufrido provocando un gran coste económico y humano. No entiendo que se pueda hacer un balance positivo y esperanzador con unos indicadores tan catastróficos y un panorama tan inquietante. Finalmente, España ha perdido peso y prestigio internacional como hemos visto con la chapuza de Gibraltar que debería provocar vergüenza e indignación. No somos ya un país atractivo para los inversores nacionales e internacionales. ¿Qué otras plagas nos esperan?