Nevada

Los peores fantasmas de la nevada

Desde aquí lanzo un mensaje a mis conciudadanos. No nos hacemos ningún favor invadiendo la Sierra un domingo vestidos de «Polar express»

Pensábamos que lo peor había pasado. Que la fase «Narnia» era la divertida y la semana «Frozen» nos iba a resultar hostil y eso, pero nadie podía prever la calamidad que se cernía sobre nosotros. Yo, al menos, no la vi venir. De repente, como aparecidas de una tercera dimensión, comienzan a proliferar por mi barrio las botas Chiruca o Quechua o similares calzados injustificables en cualquier peatón (¡por no hablar de los pantalones de montaña!) a menos que se trate de personas que disfrutan el verano en una furgoneta en Caños de Meca o pasaron todos los domingos de 1998 en Specka, es decir, individuos fuera de cualquier acuerdo constitucional. Me ha resultado desconcertante comprobar cuántas de estas prendas se escondían en los armarios de mi vecindario. Tanto, que me he olvidado de que agradezco muchísimo que casi todos tengan una pala en el mismo sótano.

Poseído por el espíritu de Fran Lebowitz, me pregunto: ¿Podemos fingir un momento que Madrid es una ciudad y no el maldito Candanchú? Es cierto que el Ayuntamiento bien podría una semana después haberse dado una vuelta por la tundra del exterior de la M-30, pero es que alguno se ha dedicado a fantasmear como si se dirigiesen a un remonte por el Cerro del Tío Pío. Regresar del AhorraMás no es expedicionar a Tierra de Fuego, amigos. Pero es que al doblar cualquier esquina me acechaban más fantasmas , los de la moda «abertzale», o, si les gusta la España diversa, los tradicionales «kumbayá» de Cataluña, de los que yo creí vivir estéticamente seguro en mi querido extrarradio madrileño. En estos días acercándome al supermercado como Luke Skaywalker en «El imperio contraataca» juro haber visto incluso un «mullet» con flequillo, ese peinado largo por detrás, corto por los lados que solo puede acarrear una mujer que se llame Begoña y tenga un apellido de dieciséis sílabas. No entiendo de dónde saca el personal tanto equipamiento de esquí alpino en Moratalaz, aunque ahora me explico los insistentes cierres de carretera para acceder a Navacerrada. Desde aquí lanzo un mensaje a mis conciudadanos. No nos hacemos ningún favor invadiendo la Sierra un domingo vestidos de «Polar express». Hay que saber distinguir las ideas brillantes de las que tiene todo el mundo para evitarse cinco horas de atasco. Así que, guarden este consejo para cuando se les cruce por la mente en julio que el Pantano de San Juan es la Playa de Madrid, porque el error es el mismo, de la misma marca, incluso.

Llegados a este párrafo confesaré que lo que me molesta es que todo el mundo está preparado para sortear la nieve y en cambio yo voy y vengo caminando como las muñecas de Famosa. Menos mal que vienen las lluvias y vuelven los chubasqueros... Quechua.