Jorge Vilches
La propaganda negra del presidente
El PSOE está utilizando los resortes del Gobierno y del Estado para hacer campaña contra Ayuso. Es extraño, porque la Junta Electoral Central castiga a quien simplemente anime al voto desde la administración, pero permite que Pedro Sánchez hable como presidente del Gobierno para perjudicar al PP.
De hecho, la Junta Electoral Provincial de Madrid expedientó a Pablo Iglesias por distribuir un vídeo electoral desde su despacho de la vicepresidencia. El caso es muy parecido. Las declaraciones de Sánchez no fueron en un mitin de su partido, sino en una visita oficial al extranjero. Utilizó su cargo para atacar a un gobierno autonómico del PP, cosa que no hizo con las candidaturas nacionalistas en las elecciones vascas o catalanas, realizadas también en pandemia, sin vacunas y con peores datos de Covid.
El presidente trata de ocultar el fracaso sanitario del estado de alarma –tanto tiempo para nada efectivo–, y condicionar el voto en Madrid. Ha mentido sobre los datos sanitarios madrileños como parte de la estrategia de comunicación electoral. El objetivo es extender el miedo entre el grueso de votantes del PP, cuya edad coincide con el turno actual de vacunación. Espera que la desinformación haga que los electores de Ayuso se queden en casa el 4-M ante el supuesto riesgo de contagio.
El sanchismo quiso utilizar la pandemia para acabar con el gobierno Ayuso, y le salió mal. Los socialistas mintieron desde el primer día acerca de la gestión y de las cifras madrileñas tanto como de las españolas. Eludieron la responsabilidad en la gobernación usando el estado de alarma solamente para decretar sobre cuestiones ajenas a la pandemia. Utilizaron los medios públicos de comunicación y lo siguen haciendo. Este uso de dichos organismos públicos son violaciones de la neutralidad debida.
El Gobierno quiere infundir miedo a los madrileños con mensajes ambiguos y cambiantes sobre la vacuna AstraZeneca, porque cree que así desmotiva al potencial electorado del PP. El escritor polaco Newcourt-Nowodworski estudió este estilo de hacer política llamado «propaganda negra». Esta forma se combina con la «blanca», destinada a cantar la excelencias propias, y con la «propaganda por el hecho». La «negra» está pensada para corromper los valores y debilitar la moral de una población adversa, su valentía y capacidad de resistencia, y así tomar el poder con más facilidad.
La eficacia de esta propaganda negra está en utilizar vías de comunicación que sean fiables para la sociedad, y apoyarse en datos o instituciones supuestamente científicas. Por eso Sánchez utiliza su cargo de presidente y añade cifras en sus alegatos contra Madrid. Su voz es una autoridad que sirve para sembrar la duda o el miedo. El ciudadano no entra en los detalles numéricos, sino en el fondo y el tono, que es la alerta para crear miedo. Es un eficaz truco psicológico porque las emociones dominan el comportamiento más que la razón.
Los propagandistas negros se dedican a llamar inconscientes e irresponsables a sus adversarios, mientras inundan la opinión pública con falsas objetividades y medias verdades. De aquí que Sánchez dijera desde Senegal que «las palabras no valen nada frente a los hechos». La eficacia de esta labor está en conocer la psicología del receptor, en este caso de una parte importante del electorado del PP, el mayor de 55 años, que es además el espectador tipo de los medios públicos de comunicación.
Sefton Delmer, uno de los grandes de la propaganda británica del siglo XX, dijo que nunca se debe mentir por accidente, ni por dejadez, solo a propósito. A ciencia cierta que Sánchez lo cumple.
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