Pablo Iglesias

Todos los aspectos no verbales de los candidatos en el debate

Iglesias se mostró bajo de ánimo y energía, malísima cara y deshidratado, como si le hubieran tocado los gemelos todas las noches de la semana

En esta crónica acerca del debate no vamos a analizar el contenido de los discursos de los candidatos porque no interesan (el debate me resultó aburridísimo) porque no se salieron, como era de esperar, de sus soporíferos y almidonados guiones tecnócratas.

No obstante, vamos a pegarles un repaso a las facetas donde no pueden engañarnos por muchos asesores de celosa actividad que pretendan llevarlos de la mano y a sus expresiones físicas y psíquicas, que son infinitamente más elocuentes (la comunicación no verbal), y nos hablan, sin tapujos, de todo lo que sus discursos desean ocultar.

De más a menos embaucadores (en este caso engañabobos), comenzaremos por el candidato de Podemos que se mostró bajo de ánimo y energía, malísima cara y deshidratado, como si le hubieran tocado los gemelos todas las noches de la semana. Por otra parte, atrás quedaron sus looks bolivarianos, quitando la coleta, reconvertida en moño (desea cortársela y no puede), su atavío no sugería movimiento asambleario en absoluto, ni tampoco estar a pie de calle con el pueblo obrero, besando bebés, abrazando a las señoras, besándolas también y menos aun abrazando a los hombres que trabajan por turnos en las fábricas de este pueblo obrero y español...

Las primeras apariciones públicas de Pablo Iglesias hace años, melenas, pantalones cargo, tranquilo y desafiante, eran conmovedoras, hemos de reconocerlo, alentando a los jóvenes contra el abuso, la corrupción y el vicio en defensa de los desfavorecidos... todo muy romántico ¡Muy bien! Hoy (mejor dicho anoche) reconvertido en todo aquello que criticaba, avasallado por su delicadísimo ego, por ese narcisismo (cuyo objeto no es otra cosa que el buenismo más pueril), en posesión permanente de la virtud, nuestro Robespierre de Galapagar imposta un tono de pretendida justicia mesiánica intolerable para cualquier persona desacomplejada y madura. No cuela.

De Mónica García, una de las personas más honestas e idealistas (y soporíferas) de la izquierda española, sólo diré que iba muy mona con esa melena rojiza a lo Julia Roberts, tiene un perfil bonito esta mujer. Por lo demás, divertidísima su insistencia compulsiva repitiendo (treinta o cuarenta veces) que es médico cuando en realidad, lo más interesante de su currículum es que se trata de una atleta (despuntó en varias disciplinas, desde jabalina a heptatlón, aunque fue en 100 metros vallas donde ganó más carreras). El minuto final dirigiéndose a sus pequeños Nicolás, Pablo y Rosita, me recordó a la cursilísima niña de Rajoy, como también me trasladó a Rajoy el representante del PSOE.

Gabilondo, defendiéndose con la rigidez de un elefante, me recordó a Rajoy (siempre me pareció muy señor Rajoy), limitado emocionalmente, contenido, protegido, fóbico… sin saber dónde poner las manos, ni qué hacer con ese cuerpo, sin soltura ni espontaneidad… Definitivamente, Gabilondo no es un candidato atractivo, pero no es por fealdad, ¿saben? sino por agarrotamiento, por tiesura. Gabilondo no tiene fantasía, ni arte, ni voluptuosidad... Gabilondo (igual que Rajoy) es un perfil muy patriarcal y muy años noventa totalmente innecesario en estos tiempos oscuros. Gabilondo es justo lo contrario de las soberanas indiscutibles de la noche: Rocío Monasterio e Isabel Díaz Ayuso.

Adoro a Rocio Monasterio y me mata de risa, de verdad. Y luego la inmejorable cara que luce siempre (a pesar de ser madre de cuatro hijos), con imperturbable y desconcertante sonrisa, como si fuera la gemela de Cersei Lannister recién levantada de la mejor siesta de todos los tiempos. Lo más interesante de esta arquitecta no es su elegancia natural, ni su discurso, que es potente y maduro, ni su belleza, que la tiene; lo extraordinario de Monasterio es su insultante parsimonia (mi médico dice que son paranimias: discordancias patológicas entre lo que se siente y la cara con la que se expresa) y su impasibilidad ultra cortés con las que vuelve literalmente locas a todas las personas agresivas e irritables del establishment. Si son de izquierdas y/o algo acomplejadillas las descoyunta del todo porque imposta o posee una voz como de marquesa de dibujos animados, francamente desternillante. Aire fresco en la España del pensamiento único.

Y llegamos a la rutilante y nunca demasiado vituperada Isabel Díaz Ayuso, un momento, nos falta el candidato de Ciudadanos...mmm… ¡Primero Isabel!

Bien, el Partido popular, desde la salida de Cayetana Alvarez de Toledo, sólo significaría un bostezo (como Ciudadanos) si no fuera por la radiante y adorable presencia de Isabel.

Se la ha tachado de pre psicótica_ muchos psiquiatras piensan que toma antipsicóticos y que de ahí sus cambios de talla_ por su especialísima e insolente mirada de ojos enormes, por su caída de párpados y pestañas, por su cabeza ladeada cual diva del cine dorado y por su contacto, singularísimo, y más en la política. Anoche Ayuso estaba especialmente guapa (con esa mezcla poderosísima de feminidad y mando), con esa espontaneidad maravillosa y esa telegenia que impide (pese a sus soporíferos estilismos) despegar los ojos de ella. Y esos hoyuelos… Pero la política española apesta, igual que todo el orbe, a machismo para dummies, de ese que vimos con el caso Cayetana Álvarez de Toledo y que vemos siempre que una mujer atractiva destaca. La única persona con la que me iría a la cama de cuantos comparecieron anoche, y después con Monasterio, claramente. Las más inteligentes, valientes, las más audaces, las más guapas y las más graciosas; y ese tono vital altísimo de ambas, ese tono que tiene que ver con el humor, con la ternura y con el disfrute de la vida: dos eficacísimas gestoras, porque uno, como saben, no es lo que dice (me río de los discursitos de diseño); uno es lo que es.

En cuanto a Edmundo Bal… lo dejamos para otro día, ¿verdad?.