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Política

«Jorgejá o Libertad»

Amenazas –tan desagradables y condenables como estas– las ha habido siempre y hasta ahora no solían aparecer en una nota de prensa

Ha aparecido Jorge Javier Vázquez en un acto de Gabilondo. Don Ángel, con su carga metafísica y su frente de rompehielos de la moderación –ojalá algún día en Moncloa digan «moderancia»–, me pega lo mismo en esta historia que un sacerdote en un striptease. A Gabilondo se le ven cada vez más los hilos del sanchismo. Ya estaba fastidiada la política desde hace tiempo, pero no quita para que cada mañana uno moje la magdalena en el café de la desesperanza al ver cómo hombres cada vez más grandes pasan por agujeros cada vez más pequeños. Eso es la política ahora: un chicler de alta.

Se ha puesto la campaña de Madrid como el pasillo del «Sálvame» cuando corrían los tertulianos de después de comer. Dejé de ver el corazón cuando lo daban a primera hora de la tarde –hará tiempo de esto– y me pasé al documental de la «Sepia Latimanus», la vertiginosa quietud del ciclismo, la metáfora de la serpiente multicolor, los sísifos del pedal y la etapa de la ascensión al cielo del Tourmalet, un sitio donde un día tuve que ir al baño y no había. En televisión hay que huir de lo interesante, lo trepidante y lo refrescante. Los mejores programas de la tele son los que se pueden dormir; mi padre medía la siesta en películas: «Hoy he dormido medio ‘Ben-Hur’», decía y otro día dormía una de submarinos.

Resulta que el arma nuclear de Sánchez era Jorgejá, que se ha aparecido en el mitin socialista con Grande-Marlasca y la directora general de la Guardia Civil, de actualidad por haber recibido junto al ministro del Interior y Pablo Iglesias unos sobres llenos de frío y de balas, a escalofrío por bala. Alrededor de los sobres se ha enloquecido la campaña como un potro. Amenazas –tan desagradables y condenables como estas– las ha habido siempre y hasta ahora no solían aparecer en una nota de prensa, mucho menos formar parte de la campaña.

Pero yo quería comentar que siempre ha existido un hilo entre Moncloa y el plató del «Sálvame». Una de las primeras apariciones que hizo Sánchez fue cuando llamó para prometer en directo que prohibiría el Toro de la Vega. He de reconocer que ese día empecé a encontrarle el interés al Toro de la Vega –¡Volverán las lanzas!–. Vázquez siempre ha defendido el «status-quo» de la coalición de izquierdas, y en su derecho está. Durante la pandemia, cuando salían los generales de la Guardia Civil a decir que se dedicaban a contrarrestar las opiniones contrarias al Ejecutivo –nada, un «lapsus»–, a los que osaban sospechar que el Gobierno se había equivocado con el Covid les/nos ponían un gorrito de papel de plata como los que se ponen los locos para que no les escuchen los pensamientos los de la NASA. En ese tiempo, digo, Jorge Javier revoleó a la Esteban por quejarse de no se sabe qué de la pandemia: «Eso no te lo permito», le dijo. La Esteban andaba por allí descoyuntada y destronada desde hacía un tiempo en el que Jorge Javier la mantenía con vida como los científicos a ET el extraterrestre de la película. Vázquez montó en el plató una guillotina como las que vendía Juanma del Olmo y le dijo: «Ya no eres la princesa del pueblo», se entiende que por ser del Pepé. El pueblo era él, por eso ahora mitinea en Gabilondia para nostalgia de las tardes de siesta y documental, y de los que añoran a Norma Duval cantando en los mítines de la derecha. El 4M el pueblo tendrá que elegir: Jorgejá o Libertad.

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