Coronavirus

La vuelta

Hablé con él a mediados del mes de abril. Llevaba cuatro días con tos y se le habían pasado el dolor de cabeza y la fiebre. No conseguía dormir pero respiraba bien. Justo cuando se empezaba a encontrar mejor dio positivo. Pasados unos días, sintió que algo no iba bien en sus pulmones y se fue a urgencias. No ha vuelto a salir del hospital. Primero tratamiento, luego bigotera de oxígeno, le pusieron boca abajo, máscara. Nada. No funcionaba. Además de los pulmones, sepsis. El hígado. Un riñón. Hace una semana le indujeron el coma y lo intubaron. Hubo un día en el que se perdieron todas las esperanzas. Le han hecho diálisis y se encuentra en una meseta. No acaba de mejorar, pero no ha ido a peor. Sigue dormido. Si el teléfono no suena, será buena noticia. Tiene cincuenta años y algún kilo de más. Ningún otro factor de riesgo. La madre de un amigo ha muerto este lunes. Exiliada venezolana en Perú. Se quedó con un pasaje de avión a Madrid casi en la mano para ver a su hijo, al que no abrazaba desde hacía tres años y medio. El padre de un compañero fallecía dos días después. Y una prima de otro, no puede ser. El incesante conteo de casos cercanos se vuelve cruel. Los finales inesperados, también. Y de pronto, Tomás. Setenta y nueve años. Toda una vida trabajando en interminables madrugadas donde un obrador de pastelería era su turno de noche perpetuo.

Y de pronto, Tomás. Tomás completó ayer, Primero de Mayo, Día de los Trabajadores, su vacunación. Son muchos meses sin ver a sus hijos, ni a sus nietos, así que ayer, Primero de Mayo, sabía el día a justicia. Y el hijo de Tomás, lloró. Como él mismo me decía, «llorar por una vacuna no entraba en nuestros planes. La vida es bella y siempre tiene una vuelta inesperada». Por cada una de las vueltas inesperadas, por cada hijo que llora de alegría. Llegarán muchas más vueltas así que, vamos con todo y a por ellas.