Andrés Trapiello

Revisar el revisionismo

Existen hoy en día unas nuevas prácticas de censura que emanan de grupos activistas y militantes que pretenden legislar sobre lo que tenemos derecho a decir

Dicen que rectificar es de sabios y, en esa línea, hay que alegrarse de que el grupo socialista en el ayuntamiento de Madrid reconozca que fue un error acusar de “revisionista” al escritor Andrés Trapiello. Existen hoy en día unas nuevas prácticas de censura que emanan de grupos activistas y militantes que pretenden legislar sobre lo que tenemos derecho a decir. El objetivo de esas prácticas es, como siempre, silenciar las opiniones que no les gustan. Si una intención así ya es objetable, qué no diremos cuando lo que se pretende silenciar no son ya opiniones sino hechos. Trapiello en sus libros siempre se ha distinguido por recuperar hechos documentados que estaban olvidados, acercarnos los testimonios tangibles de textos de puño y letra de gente como Juan Ramón Jiménez para que, como lectores, evaluáramos su carga crítica. La acusación de revisionismo histórico que se le ha hecho es tanto más desafortunada no solo en la medida de que es falsa, sino que además se ha usado irreflexivamente sin pensar que en nombre de acusaciones tan difusas de ese tipo fue como Stalin llevó a la prisión y a la muerte a un montón de hombres de letras. ¿Un mundo con esos conceptos campando por ahí es el que queremos para nuestros hijos? Obviamente, no. Trapiello, desenterrando textos y hechos, lo que nos ha dado principalmente es una oportunidad de conocimiento. Luego, allá cada cual con lo que quiera hacer con ella para dar forma a la propia opinión. Pero lo que no es justo es intentar matar al mensajero cuando los datos que nos traen no nos agradan. Vale la pena poner el acento sobre la rectificación. Todos podemos cometer errores y no he conocido a persona que estuviera a salvo de ellos. Pero cuando se acorrala a la libertad de expresión entre el uso que hacen algunos de ella para proferir reivindicaciones de muerte y, por otro lado, esos nuevos modos de censura que quieren obligarnos a callar, lo mejor que puede suceder es que haya debate, contestación y rectificación. Se cumple entonces el principal ideal de la libertad de expresión: hacer que la conversación continúe.