Internacional

La próxima OTAN

Las democracias somos buenas defendiéndonos, pero muy limitadas a la hora de tratar de imponer nuestras reglas a otras naciones con regímenes autoritarios

Ángel Tafala

El lunes pasado, tras la reunión en Bruselas de los líderes de las naciones OTAN, se emitió un comunicado –con nada menos que 79 puntos– en el que se repasa la situación mundial y se establecen las líneas maestras a seguir para afrontar nuestra defensa colectiva y los riesgos a la seguridad que nos amenazan en un futuro próximo. Como viene siendo habitual, se reafirmaron las tres funciones básicas de la Alianza: defensa colectiva, gestión de crisis y seguridad cooperativa. Las acciones de Rusia y China merecieron una atención especial –aunque tratadas en diferente grado– realizándose una reflexión prioritaria sobre la amenazas rusa a la estabilidad europea. La actitud rusa y sus ultimas actividades frustran los intentos de diálogo estratégico con ellos de la Alianza y suponen un riesgo claro e inmediato para la estabilidad europea. Hay pues –de momento– una diferencia apreciable con las actividades chinas que son de carácter eminentemente económico aunque adicionalmente originen una preocupación militar especialmente en los escenarios marítimos del Sudeste asiático. Pudiéramos resumir todo esto diciendo que la Rusia del Sr. Putin presenta un problema militar específico para europeos y americanos mientras que la actitud del Partido comunista chino constituye un riesgo militar para los norteamericanos a la que acompaña una amenaza de carácter eminentemente económico para todas las naciones integradas por la globalización tal como hoy la entendemos. Naturalmente, el comunicado oficial no recoge estas diferencias tan explícitamente como lo he hecho yo aquí, pues la cortesía con el buen talante de la administración Biden en esta su primera peregrinación a la sede de la OTAN, impide declarar bruscamente –a la Trump– que el problema militar chino es principalmente suyo, con la necesaria ayuda de Japón, Corea del Sur y Australia, y quizás también, en un futuro, de la India. Pero si los europeos no somos autosuficientes para defendernos ante las cada día menos veladas amenazas rusas, menos lo seremos para contribuir significativamente a disuadir a China en aquellos lejanos teatros. EEUU esta en Europa defendiendo sus intereses, no solo los nuestros. El Sr. Trump nos lo ha demostrado y la división en la opinión publica norteamericana no garantiza para siempre las buenas intenciones del actual Presidente. Otra decisión diferente es participar en las acciones comerciales y financieras para contrarrestar las prácticas ilegales chinas. O incluso – en el terreno ideológico – condenar los abusos de los derechos humanos de los uigures o en Hong Kong. Pero actuar significativamente contra China en el campo militar, mientras tenemos que contrarrestar las amenazas rusas en nuestro propio patio trasero y calmar África y Oriente Medio para evitar ser desestabilizados demográficamente, sería pedir demasiado a los europeos.

El comunicado de la cumbre del 14 de Junio pasa de puntillas sobre el «terrorismo» –que es una mera táctica que emplean determinados agentes desalmados– pero sin identificar directamente quiénes son dichos actores. Las organizaciones que emplean el terrorismo son básicamente al Qaeda y el Daesh, ambas de ideología sunita salafista, a las que habrá que combatir no solo militar sino ideológicamente. Mal momento para recordar esto cuando los norteamericanos están de retirada en todo el Oriente Medio y, por lo tanto, nuestro apoyo allí ha dejado de ser necesario. Tampoco son muy satisfactorias –a mi juicio– las alusiones indirectas en el comunicado a posibles ampliaciones de la OTAN hacia el Este. Si queremos llegar a un acuerdo con Rusia que restablezca el dialogo interrumpido sobre amenazas híbridas, ciberataques y los tratados de limitación nuclear, todas estas alusiones a la ampliación deben cesar por mucho que estén incluidas en la mitología aliada tradicional.

La OTAN, es decir los ejércitos que cumplimentando el Tratado de Washington han defendido la democracia de sus enemigos durante mas de setenta años, ha triunfado practicando una disuasión creíble – convencional y nuclear – en esta su misión principal. En cambio, cuando hemos salido de área, pretendiendo imponer la democracia – o lo que es lo mismo, el actual orden liberal – con las armas, el éxito no nos ha acompañado. Aunque la inminente retirada de Afganistán nos recuerda todo esto, las intervenciones de apoyo a los norteamericanos en Irak o las acciones en Libia, tampoco arrojan un balance positivo. Las democracias somos buenas defendiéndonos, pero muy limitadas a la hora de tratar de imponer nuestras reglas a otras naciones con regímenes autoritarios. Mientras tengamos tanto que arreglar en casa – perfeccionando nuestro grado de democracia– deberíamos cesar en intentar imponerla a otros. Europeos y norteamericanos deberíamos recordar esto cuando llegue la hora de la verdad con China.

Y por ultimo señalar que se ha encargado al Secretario General Stoltenberg que desarrolle un nuevo Concepto Estratégico a aprobar en la cumbre de Madrid del próximo año. Esperemos que este documento se base en los intereses reales compartidos por americanos y europeos y no en promesas insostenibles de apoyo a una política exterior norteamericana obsesionada con China y sometida a oscilaciones impredecibles de su dividida opinión publica como ha venido sucediendo con las últimas administraciones que se han sucedido en la Casa Blanca.