Cine

Gordos

Yo, hoy, subida a mi báscula, me cago en los sinceros

Vaya por delante que Brendan Fraser me parece un actor regulero. Quizá se deba al cine bazofia que ha elegido para hacerse un nombrecito en las pantallas aunque, ojo, servidora sea fanática de las películas que te permiten salir de la sala sin haber tenido que pensar ni un solo minuto. Detesto a los directores empeñados en que todo sea trascendente, en que te remueva la cinta, en que te reconozcas en algunos personajes. Nada, ni hablar: a mí el reparto que me interesa es el de tortas. Pero en fin, es que Fraser ha protagonizado la saga pelagrera de “La Momia” y “George de la Jungla”, que te invita a pegarte un tiro seco en la sien para evitar esa basura. Tienen todo mi apoyo, no obstante, aquellos intérpretes que se siguen inmolando por el entretenimiento y a los que deseo que Dios los guarde para siempre en su nevera. Bien, pues parece que Brendan Fraser puede haber conseguido dar una vuelta de tuerca a su trayectoria porque, después de sobrevivir a una depresión, a un divorcio y a un acoso sexual, no hay vida que, con poco, pueda ir a mejor. Fraser ha tenido que meterse en la piel de un tipo que pesaba más de doscientos cincuenta kilos de peso y su reaparición ante las cámaras ha provocado un gesto de gárgola generalizado en el personal. Hasta que se supo el motivo de su cambio de aspecto, de nuevo cogió fuelle la consabida, tozuda y perenne gordofobia. Seguro que si alguno de Vds. ha engordado alguna vez, será capaz de reconocer a esos seres detestables que pueblan nuestras calles e incluso nuestra agenda de amigos: los que son incapaces de faltar a la verdad. Mentir, aunque sea piadosamente, no entra jamás en sus planes. Esa gente que no sabe callar y meterse la lengua un ratito en el orto, esa misma, esa que está al acecho parapetada en sus impacientes silencios y que aparece para joderte con la excusa de hacerte un favor. Yo, hoy, subida a mi báscula, me cago en los sinceros.