Partidos Políticos

Enemigo

¡Ah, sí! Qué bonito será vivir por siempre en el pasado, desenterrando a Franco anualmente y haciendo memoria (excepto para estudiar y opositar, que no hará falta memorizar nada)

El político sabe (unos más que otros) que construir un enemigo es la única manera de agrupar huestes partidarias, legiones de votantes…, de tenerlas activas y dispuestas a enfrentarse en las urnas con «los otros», a quienes detestan, ¡incluso odian! Desde hace años se viene construyendo al enemigo «facha» como amenaza, por parte de la facción autodenominada «de progreso» (o sea: los socios de Bildu). La edificación de lo que viene a ser El Facha –un personaje votante españolazo, antiguo, casposo, rancio, apolillado, rico a ser posible incluso cuando es imposible…–, es un monumento erigido por los artistas de la comunicación política de nuestros días, que aunque son conscientes de lo esquemático y esperpéntico de su idea del facha, continúan abundando en ella, «a más a más», con un éxito siempre garantizado entre el respetable votante autóctono. Esta imagen sublimada del facha (español) es esgrimida como espantajo, centro de burla y ataque, incluso en lugares «históricos» (toma ya) por los representantes de la derecha nacionalista más radical (algo que tiene mucho mérito). De modo que los fachas son presentados como el espectro que amenazaría a lo que va quedando de España, y Franco seguiría siendo el Comandante en jefe Walking-Dead de una turba de espantos súcubos políticos, muy fachas. Lógicamente, y por motivos de urgencia, no será extraño que se saque de nuevo a corretear a Franco para intentar poner fin a los «200 años de fascismo» (mon Dieu) que nos acogotan. Pasear a Franco, de hecho, sugiero…, debería convertirse en una tradición, como las Saturnales romanas: unas fiestas en las que podríamos ofrecer los restos momificados del («former») Caudillo a los dioses, y después celebrar un banquete público (que no pueda fiscalizar el Tribunal de Cuentas). ¡Ah, sí! Qué bonito será vivir por siempre en el pasado, desenterrando a Franco anualmente y haciendo memoria (excepto para estudiar y opositar, que no hará falta memorizar nada). Así, si España fuese una película no sería la comedia fantástica de Tim Burton «La novia cadáver», sino que podría intitularse «El dictador cadáver». Porque, como saben los politólogos –que mandan hoy– sin enemigo no hay victoria.