Gobierno de España
Contra el enfrentamiento
Más apremiante para Pedro Sánchez que tender puentes de diálogo con los separatistas catalanes es hacerlo con el principal partido de la Oposición, que debería corresponder
El esfuerzo, hasta ahora inútil, de intentar arreglar el descosido de Cataluña está produciendo un desgarro en el resto de España. Los indultos y el pretendido diálogo con ERC, con asuntos muy sensibles sobre la mesa, están deteriorando aún más el ambiente político nacional. Cuando era más necesario el consenso para hacer frente a los efectos de la crisis sanitaria y al propio problema catalán, se recrudece la confrontación y aumenta la brecha de separación entre la izquierda y la derecha. Basta observar los debates parlamentarios. Entre el jefe del Gobierno y el de la Oposición todos los puentes aparecen rotos, cuando más falta hacía el encuentro y el entendimiento. Se insultan, se pierden el respeto, se desprecian. El presidente Sánchez es más considerado y se lleva mejor con Rufián que con Casado. Por eso le ha dolido tanto que el dicharachero político catalán haya puesto de relieve en público el escaso valor de su palabra.
El resurgimiento de las «dos Españas» machadianas empieza a ser una amenaza cierta. El «frentismo» –a un lado las derechas, como la nueva CEDA, y al otro, las izquierdas con los nacionalistas, como el nuevo Frente Popular– no conducirá seguramente a una confrontación como la de antaño, de triste y trágica memoria –estos son otros tiempos, la actual renta per cápita impide revoluciones y no estamos solos–, pero pone en peligro la convivencia y limita nuestras posibilidades como país y nuestra presencia en el mundo. Por lo pronto, las fuerzas extremistas, en el Gobierno y en la Oposición, están marcando la pauta. Se hace constantemente caricatura del adversario. Se establece permanentemente un diálogo de sordos. Los partidarios se convierten en «hooligans». La presión de los soberanistas hace estragos y deja al Gobierno de la nación sin argumentos fiables. La confrontación prende en las redes sociales de forma desaforada y asoma con descaro en la prensa seria. Cada cual cava su propia trinchera y, atrincherado, obedece, para salvar el tipo y sobrevivir, las consignas del Gobierno o del partido. Una forma como otra cualquiera de cavar la tumba de la libertad. A la vista de todo lo dicho, más apremiante para Pedro Sánchez que tender puentes de diálogo con los separatistas catalanes es hacerlo con el principal partido de la Oposición, que debería corresponder, y, por supuesto, antes de nada, con el propio Partido Socialista, donde rige ahora la fe ciega y el desconcierto general.
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