Pedro Sánchez

LA «TRANSICIÓN» SÁNCHEZ “STRIKES AGAIN”

El conglomerado que sostiene a Sánchez no vino a hacer política (o no en primer lugar ni solamente), sino a cambiar las reglas del juego, de ahí que se pretendan analogías entre este momento y la Transición

Alejandro Molina

«Dadme una calamidad, un desastre natural, una catástrofe, una contingencia tan excepcional que provoque en el público tal conmoción y confusión que pueda acometer sin resistencia profundos cambios políticos al margen o, incluso, pasando por encima de la población inerme».

Qué va, no es una directriz de Sánchez a Iván Redondo, que les gusta a Uds. mucho una conspiración. Un discurso así resultaría increíble incluso como tenebroso y reverberante speech de Lex Luthor cuando en su biografía –ficticia, claro está– se convierte en Presidente de los Estados Unidos. Luthor, por cierto, gana las presidenciales presentándose por una plataforma de promoción del progreso tecnológico, y, en otra variación comiquera sobre el mismo tema (Dark Knight Strikes Again) el Presidente pasa a convertirse en un holograma creado por Luthor para gobernar la nación desde las sombras. Vamos, que le falta leer en el teleprompter cuando conecta con el telediario.

Pero dejémonos de cómics y calamidades ficticias. La pandemia en España: la mayor crisis demográfica desde la Guerra Civil; 153.167 muertes más que nacimientos en un solo año. La mayor contracción económica en toda la serie histórica del INE desde 1970. La mayor restricción pública de derechos fundamentales desde la dictadura, un confinamiento severo afectante a la libertad deambulatoria, la libertad de empresa y hasta los derechos de manifestación y reunión y todo ello en virtud de un Decreto a punto de ser declarado inconstitucional mientras los órganos democráticos de control y fiscalización del ejecutivo hibernaban y el Tribunal Constitucional se tomaba y se toma su tiempo para pronunciarse.

Ante una calamidad real como la descrita cuesta no caer en la tentación de explicar el momento político español abonándose a la, no por denostada académicamente menos popular, doctrina del shock. Ya saben: la conmoción y confusión que provocan en la psicología social las grandes catástrofes permiten al poder económico introducir inadvertidamente profundos e impopulares cambios sociales.

Sánchez no ha aprovechado la catástrofe pandémica para introducir ahora cambios políticos estructurales, pues el programa a cuya ejecución condicionaron su voto los grupos favorables a su investidura ya iba más dirigido a iniciar un proceso constituyente que a una legislatura ordinaria. Nada habría de ilegítimo en ello si quien postulara el proceso constituyente tuviera las mayorías que habilitan la reforma. Pero no: Sánchez disfruta de la mayoría más exigua de la democracia, muy alejada de los quórums para la reforma constitucional.

El conglomerado que sostiene a Sánchez no vino a hacer política (o no en primer lugar ni solamente), sino a cambiar las reglas del juego, de ahí que se pretendan analogías entre este momento y la Transición. Ya en diciembre de 2017 anunciaba Iceta unos indultos ante sentencia para «cerrar heridas», «iniciar una etapa a favor de la reconciliación entre los catalanes, los españoles, Europa y el mundo de la economía». Oyendo a la patronal estos días, tiene visión Iceta: le faltó citar al clero entre los reconciliados y ya clava unos nuevos Pactos de la Moncloa.

También fue Iceta quien equiparó a Sánchez con Suárez a cuenta de los indultos: asumía –decía– el mismo coste político que tuvo el legalizar al PCE. Olvidaba Iceta que Suárez defendió ampliar el derecho de participación política al PCE asumiendo el coste político de enfrentarse a unos entonces poderosos militares franquistas contrarios a la legalidad democrática, mientras que Sánchez indulta a quienes, hoy de nuevo poderosos, quieren limitar el derecho de participación política de sus conciudadanos asumiendo un coste político muy distinto, el de enfrentarse a la legalidad democrática.

Lo que sí ha hecho Sánchez es aprovechar la calamitosa catástrofe pandémica como oportuno acelerante de aquellos cambios estructurales que prometió en su investidura, y lo ha hecho prevaliéndose de la confusión, conmoción y práctica inexistencia de una sociedad civil vertebrada que no esté, por unos intereses u otros, alineada hoy con el poder político.

La transición del sanchismo consiste en propiciar una suerte de mutación de facto de la organización territorial del Estado. Por un lado, creando escenarios paralelos de debate político, vedados a la oposición y carentes de legitimación –como estos días el Teatro del Liceo o la mesa de diálogo– escamoteando la materia a los órganos constitucionales competentes, donde carece de las mayorías necesarias; y por otro lado, desactivando los instrumentos de control de constitucionalidad de los actos de las comunidades autónomas sedicentes, de manera que, eliminadas la potestades coercitivas del Tribunal Constitucional para suspender eficazmente las normas impugnadas por la oposición (el Gobierno se aquieta ante la ilegalidad), se pueda ir formando un corpus legislativo que, en tanto subsista en vigor varios años, generará una profusa red de relaciones jurídicas, sociales y económicas que harán materialmente inviable su anulación real y efectiva por una tardía sentencia de inconstitucionalidad.

En una web sobre superhéroes de cómic se puede leer: «Lex Luthor no posee ningún tipo de superpoderes especiales. Esto añadido al hecho de que carece de cualquier tipo de escrúpulos o de moral conocida le convierte en un adversario peligroso. También es un experto en manipulación psicológica, lo cual le otorga ventaja en áreas tanto judiciales como políticas».

Alejandro Molina Olías es abogado