El desafío independentista

Intocables

Se mofan de Sánchez, en su cara y a la vista de todo el país. Le niegan la mayor, la menor y la mediopensionista. Le ponen en la mesa lo imposible, y no reacciona.

El primero en enunciar el dogma, al menos que se sepa, fue Winston Churchill, cuando advirtió a un fogoso y joven parlamentario británico que sus peores enemigos no estaban en los bancos del laborismo, sino en los que tenía justamente detrás, ocupados por sus compañeros de partido. Lo remachó años después el canciller Adenauer cuando sentenció que había tres tipos de enemigos: los que lo eran a secas, los enemigos mortales y, los peores, los compañeros de partido. En España, hoy, añadimos los socios de gobierno.

Cada gesto, cada palabra, cada declaración con la que han respondido a la medida de gracia del indulto los afectados y alrededores, está siendo una generosa palada al montón de tierra listo para ser depositado sobre el ataúd político del presidente del Gobierno. Ni siquiera su perfil de Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, o su proverbial capacidad para convertirse en ave Fénix, le están librando del quebranto de votos registrado en las encuestas, para alegría, y acaso un exceso de nerviosismo, del Partido Popular. Y a la vista de la estrategia marcada por el independentismo catalán, parece claro que no tienen problema en mantenerse en provocar fuego amigo el tiempo que haga falta, mesa mediante, aunque lleguemos al final de la legislatura con ese cacareo que va sembrando de muescas la hasta hoy casi inmaculada culata del revólver de Warren.

Andan Junqueras y su ministro de exteriores Romeva, diciendo en Estrasburgo que España reprime y que su Justicia es tan oprobiosa que ha tenido que venir el Gobierno, forzado por la presión del pueblo catalán oprimido, a corregir la sentencia y sacarles de presidio. No ha sido indulto, sostienen, sino corrección de una injusticia. Todo gratitud y, como dice Sánchez, concordia. Te sacan de la cárcel y denuncias a la legalidad que ha permitido hacerlo.

Pero el verdadero síntoma del vigor recobrado es ese llamado fondo de riesgo que ha empezado dotando con diez millones de euros de dinero público el gobierno catalán. Con él se intentaría cubrir la cantidad que el Tribunal de Cuentas considera malversada por los condenados del proces y algunos otros dirigentes que participaron en la gestión de los dineros públicos catalanes -y también del resto de España- para armar de cierta estructura, sobre todo exterior, la ensoñación indepe. Y han tirado alto, porque esa cantidad es casi el doble de la deuda.

La Generalitat pone dinero público para cubrir la responsabilidad de quienes utilizaron mal el dinero público. Es como si Hacienda crea un fondo para que los defraudadores puedan pagar sus deudas. Como ahora gobiernan ellos, no consideran que se haya malversado. La Justicia estima otra cosa, pero su criterio está por encima. Y lo aplican.

¿Arriesgan?, claro. Pero se sienten fuertes. Más incluso que antes. Porque fueron a la cárcel por creer que el Estado, del que nunca entendieron que forman parte, no reaccionaría ante el delito, porque se creían impunes. Ahora, que conocen las consecuencias, vuelven a actuar creyéndose ya intocables.

Se mofan de Sánchez, en su cara y a la vista de todo el país. Le niegan la mayor, la menor y la mediopensionista. Le ponen en la mesa lo imposible, y no reacciona. Si no les para, lo terminarán enterrando.

Ya digo, adversarios, enemigos, compañeros de partido y socios de gobierno.