Pedro Sánchez

Sánchez se hace un Rajoy

En maniobras de supervivencia en política ya está todo inventado, y Sánchez, en estado de pánico, no ha hecho más que imitar a sus predecesores

El giro copernicano que Pedro Sánchez ha impuesto a su Gobierno quiere llevar a pensar que todo cambia, cuando en realidad casi nada lo hace. Sánchez sigue siendo el presidente del Gobierno y el principal responsable de la crisis de credibilidad que afecta a la gestión socialista, y continúa estando en manos de los mismos aliados para garantizarse su estabilidad parlamentaria. En maniobras de supervivencia en política ya está todo inventado, y Sánchez, en estado de pánico, no ha hecho más que imitar a sus predecesores.

En 2008, en la oposición, Mariano Rajoy también tuvo que sacrificar a todo su equipo, que no había hecho otra cosa que seguir sus directrices, para no tener que ser él quien renunciara al coche oficial después de perder por segunda vez en unas elecciones generales. Decapitó a todos, como ahora ha hecho Sánchez, y hasta se atrevió a recomponer su figura para pasar de ser el tutor en funciones del PP duro, porque en el banquillo seguía la sombra de José María Aznar, a convertirse en el «padre» del PP de la moderación. Con Sánchez ha pasado ahora algo parecido: ha puesto orden en la casa para decir que «yo sigo».

Pero el mejor resumen de su problema, y de esa realidad inevitable en la que todo cambia, para seguir todo igual, está en la contraposición de los mensajes que en privado ha dejado escuchar estos días a sus interlocutores de ERC y a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Los primeros están seguros de que Sánchez se sienta con ellos para hablar del procedimiento con el que facilitar la consulta a los catalanes, que sólo puede incluir la pregunta de si independencia sí o no. Y ganará el que tenga un voto más. Si Sánchez le preguntó al presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, lo mismo que le preguntan a diario los periodistas en privado, fuera de micrófonos, y éste le contestó lo mismo que contesta a todos sus demás interlocutores, Sánchez tiene un problema grave de conexión con la realidad porque se cree capaz de obrar milagros para convertir el agua en vino. Isabel Díaz Ayuso fue a verle esta semana, y ella también le preguntó, y a ella le dijo, desde la comodidad de los sillones de Moncloa, que no le preocupa el tema catalán, y que puede estar tranquila porque los independentistas no van a conseguir nada. Y yo me pregunto si es que aquí todos están jugando de farol como en una gran partida de mus. A ver quien hace el envite más fuerte.