Ministerio de Justicia
Sacrificio sin recompensa
Ha habido piedad con los sediciosos, pero no la ha habido con el encargado de construir el relato piadoso
Es difícil que un político encuentre consuelo cuando en solo diecinueve meses pasa de ser elevado a la púrpura de una cartera ministerial, a ser destituido sin miramientos por el mismo que le nombró. Diecinueve meses no suelen ser suficientes en política como para ocupar un lugar destacado en la historia. Pero no es el caso de Juan Carlos Campo.
Juez de profesión y persona de modos afables y dialogantes, es la aparente antítesis del sectarismo. De hecho, su designación en enero de 2020 se entendió como un gesto complaciente de Pedro Sánchez hacia la oposición, al elegir a alguien con quien se puede hablar sin levantar la voz para alcanzar el pacto que permitiera renovar a los vocales del Consejo General del Poder Judicial. Tal cosa nunca ocurrió, pero no se puede culpar de ello al ya exministro Campo, sino a las muchas tensiones que se han sucedido en estos meses y que han convertido a la Justicia en una más de las muchas pistas de nuestro circo político nacional.
Como consecuencia, no será ese acuerdo -que nunca llegó- el que reserve a Campo un especio relevante en el Olimpo de los exministros. Su porción de la historia reciente de España se lo ha ganado por tramitar el indulto a los dirigentes independentistas condenados por sedición. Y, quizá, muy a su pesar, quién sabe. Porque cualquiera podría esperar que ser el encargado de acometer un trabajo tan sacrificado e ingrato tendría como recompensa la permanencia en el Consejo de Ministros durante algún tiempo más. Pero no imaginó que, en realidad, a Pedro Sánchez le convenía, precisamente, deshacerse de su ministro de Justicia en un intento -aunque solo sea parcial, porque total es imposible- de dar carpetazo al incómodo, fatigoso y muy perturbador asunto de sacar de la cárcel a quien no solo no ha pedido ser liberado, sino que se compromete a repetir el delito en cuanto lo considere oportuno.
Ha habido piedad con los sediciosos, pero no la ha habido con el encargado de construir el relato piadoso. Como dijo la filósofa rusa Ayn Rand, “piedad con el culpable es traición al inocente”.
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