José Luis Escrivá
El ministro que escuchó campanas
Escrivá, ambicioso, soñó en algún momento con dirigir la economía española
Salvador Illa, ex-ministro de Sanidad y ahora líder teórico de los socialistas catalanes, explicó un día en Barcelona que «Pedro Sánchez quiere ganar todas las batallas y no es posible». El inquilino de la Moncloa, «un superviviente sin escrúpulos, sin que eso sea ni bueno ni malo», según Miguel Ángel Revilla en «El Economista», sigue sin digerir la derrota en las urnas madrileñas ante Isabel Díaz Ayuso. Sánchez es complejo y poliédrico. Improvisa con la misma naturalidad con la que cambia de opinión, pero también prepara el terreno y se ha conjurado para ganar la batalla de Madrid, la gran asignatura pendiente del PSOE. Su estrategia prevé el escarmiento fiscal a los madrileños que, es cierto, gozan de un régimen tributario más benigno que la mayor parte del resto de España. Es una competencia autonómica y los gobiernos populares la han utilizado con eficacia para la economía de Madrid. Nada impide que otras Comunidades, incluida la valenciana que preside Ximo Puig, la utilicen. Quizá les iría mejor si aplicaran los criterios de Madrid en vez de quejarse de agravios fiscales.
José Luis Escrivá, ministro de Seguridad Social, siempre ha sido ambicioso. Ha soñado –le atribuyen algún movimiento exploratorio– con dirigir la economía española, como Nadia Calviño. Tiene pendiente, sin embargo, el marrón de las pensiones y ya ha metido la pata alguna vez. Escrivá, a pesar de todo, quiere agradar al jefe de la Moncloa y sabe que tiene entre ceja y ceja orquestar un rejonazo fiscal a los madrileños. El ministro ha escuchado campanas y por eso se lanzó a defender el dislate de un impuesto especial en Madrid. El patinazo ha sido tan grande que ha tenido que desautorizarlo la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. De lo dicho por Escrivá, nada, pero al mismo tiempo siguen adelante los planes del Gobierno de armonizar impuestos autonómicos, es decir, subirlos en Madrid, porque Sánchez quiere ganar todas las batallas. Además, al presidente tampoco le gustan los ministros metepatas, como Escrivá, que ha escuchado campanas pero ha sido incapaz de entender la música y ya está señalado.
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